lunes, junio 30, 2025

Plomo o votos_La muerte en la política

Este domingo 29 se informó del fallecimiento de José Miguel Castro, pieza clave en el caso de corrupción admitida por la ex alcaldesa Susana Villarán.

La semana pasada tuvo, según se informó, una enésima reunión con el equipo fiscal que ve el caso. El resultado: aparentemente, nada.

No lo aceptaban ni como colaborador eficaz o cualquiera de las figuras legales que manejan. Y así, ya estaba años.

Este deceso, que algunos se apuran a decir que es suicidio a pesar de que lo que se sabe es que Castro murió de un corte en el cuello de 14 centímetros hecho con un cuchillo para el pan, crea una oscura sospecha sobre cómo la violencia puede inmiscuirse en la política peruana, sino se ha colado ya.

Se han mencionado, como antecedentes a esta rara muerte, los casos de una trabajadora del Congreso y el de un proveedor del Estado.

Pero el de Castro, apodado Budian por los corruptos de Odebrecht, es particular por el clima de violencia que se está viviendo en el país.

Lastimosamente se ha normalizado el asesinato de choferes de buses por extorsionadores, y ya no le dan tanto espacio en las noticias.

Para empeorar, en la coyuntura regional tenemos ejemplos de homicidios o intentos de ello a políticos en carrera electoral.

El candidato a presidente electoral ecuatoriano Fernando Villavicencio murió a tiros el 9 de agosto de 2023. Más cerca en el tiempo, Miguel Uribe Turbay, precandidato presidencial de Colombia, se debate entre la vida y la muerte desde hace unas semanas por una bala en la cabeza.

De comprobarse que lo sucedido con Castro ha sido un asesinato, cuando estamos ya formalmente en campaña electoral, sería echar sal a la herida de la ineficiencia gubernamental respecto a la seguridad ciudadana.

Lo concreto, lo palpable, es que un caso como el de Susana Villarán se ha dilatado un lapso de tiempo exagerado.

Se dieron todas las ventajas posibles a las empresas involucradas para retirarse del país o seguir en él bajo otros nombres.

La Fiscalía no tomó las previsiones para un caso de éste perfil. No se aseguraron de ponerle en algún régimen de colaboración, como sí lo han hecho en otros casos.

El criterio que ha seguido el Ministerio Público, al menos el que percibimos muchos ciudadanos, es que ha manejado de forma politizada los beneficios penitenciarios.

Estamos ya calentando motores para elegir a las principales autoridades políticas del país y no se aprecia un plan para reducir la violencia ni para que los órganos del sistema de justicia actúen fuera del sesgo de grupo.

En las décadas de 1980 y 1990 muchos fueron los alcaldes, regidores y demás autoridades de representación popular que sufrieron atentados y asesinatos por parte de los cobardes terroristas de Sendero Luminoso y MRTA.

No queremos que otra vez, el plomo intente imponerse a los votos.

 



domingo, septiembre 29, 2024

Malas decisiones ponen en peligro nuestro patrimonio cultural


Esta semana, la noticia del traslado de material del Archivo General de la Nación a un espacio que los especialistas consideran no adecuado para su preservación es la que ha alertado a muchos intelectuales.

Pero este problema ya se viene arrastrando desde hace buen tiempo.

Se sabía de la necesidad de un lugar donde atesorar, con todos los cuidados necesarios, estos documentos que son nuestra memoria.

Pero observamos que de un tiempo a esta parte los recursos dados al ministerio de Cultura se han dispuestos a gastos no necesariamente urgentes como la conservación de documentación de siglos de antigüedad.

Pienso en concreto en el Museo Nacional del Perú, conocido coloquialmente como MUNA.

Este museo se gestó en el gobierno de Humala, el mismo que nos embarcó en la Refinería de Talara, lo que es más que una coincidencia. 

Es, según varios de los ministros de Cultura que estuvieron a cargo de su construcción, la obra hecha para este sector más ambiciosa y más cara que se haya realizado en el Perú.

Hubo algunos cambios en su ejecución. Se aumentó el presupuesto, se descartó un piso, y varios hechos más.

La idea era dotar al país de un, como su nombre lo indica, "Museo Nacional".

Lo interesante es que para crear este "Museo Nacional", se obvió la existencia del "Museo de la Nación" y se le pasó a mejor vida.

El Museo de la Nación fue una iniciativa del primer gobierno de Alan García para usar la faraónica sede del antiguo Ministerio de Pesquería. 

Es hasta la fecha el museo más grande que ha tenido el país, contando con cuatro plantas dedicadas a contar nuestra historia.

Pero se prefirió hacer otra obra faraónica en Lurín, frente al recién remozado Museo de Sitio de Pachacamac. 

Entre 400 y 600 millones de soles fue a parar al MUNA, dependiendo de la fuente que se consulte y la forma de hacer los cálculos.

Mientras, otros asuntos urgentes como la construcción de una sede para el Archivo de la Nación fue postergado.

Ahora vemos a las actuales autoridades tratar de solucionar un problema que se veía venir hace años, y para el que no se destinó por años el presupuesto requerido. 

Y el MUNA, como cruel broma del destino, aún no funciona al cien por ciento. No se han trasladado a su local el rico acervo de piezas arqueológicas e históricas que conserva el Ministerio de Cultura, por ejemplo.

Existía el Museo de la Nación pero quisieron Museo Nacional. Y en el camino, no hubo decisión o mirada de largo plazo para hacer un Archivo de la Nación.

Pero no es solo ese caso. Hay más.

Hace unas semanas varios incendios puso en jaque diversos sitios arqueológicos, sin saberse aún cuánto han sido dañados.

Uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos es el de Kuélap. 

Se difundió la adquisición de un cortafuegos que pondría a salvo esta fortaleza de la época Chachapoyas.

La pregunta sería, ¿cuántos sitios arqueológicos tienen sistema cortafuegos y están operativos?

No olvidemos que Kuélap cuenta con un teleférico. Aunque esta obra la ejecutó el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, cabe cuestionarse si no era más conveniente invertir en cuidar la edificación prehispánica que el crear este servicio.

Al fin y al cabo, lo valioso es Kuélap, y no treparse en un teleférico, como el que algunos avispados ya están promoviendo para otros sitios arqueológicos de difícil acceso. Dicho sea de paso, el teleférico se inició a construir en el gobierno conyugal que nos endosó la Refinería de Talara y el MUNA. 

Y, otra broma más del destino, no invertir en prevención en Kuélap, o no hacerlo de forma efectiva, está significando su parcial colapso que


esperemos se solucione pronto.

El mal mantenimiento del sistema de drenaje de Kuélap ha hecho que parte de su muralla caiga y ponga en riesgo el resto de la estructura.

El problema del almacenamiento del Archivo General de la Nación es, lastimosamente, una continuación de malas decisiones y corta visión de los que han estado a cargo del Ministerio de Cultura. 

A ello le podemos sumar la falta de cinemateca, en donde almacenar el patrimonio fílmico de la Nación, por mencionar una tarea pendiente que no está en la coyuntura.

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lunes, septiembre 02, 2024

El militar bueno: una reivindicación inesperada en la película Tatuajes en la memoria de Lucho Llosa

Tatuajes en la memoria es la versión cinematográfica de Memorias de un soldado desconocido de Lurgio Gavilán, dirigida por Lucho Llosa y que está en estos días en cartelera.

La historia, como muchos recordarán, es cómo un niño, el propio Gavilán, se enrola en Sendero Luminoso para seguir a su hermano. Y cómo, tiempo después, es salvado de ser ajusticiado por ronderos por un oficial del Ejército del Perú. 

Luego, ese niño ya adolescente sirve al país como soldado, y más tarde, se vuelve sacerdote. 

Me ha sorprendido - o tal vez no tanto - la reacción negativa que ha generado en algunos comentaristas habituales de cine.

Entiendo, y comparto, algunos reparos formales: detalles como el nudo inmóvil de una horca, una que otra actuación que no encaja con el tono de las demás, problemas con la cronología de la narración.

Incluso, las contadas veces que se usa la voz en off me parece innecesaria.

Pero lo que se aprecia en la sala de cine es una película de buena factura, que juega con los tiempos. 

El protagonista, mostrado como un joven, viaja a su pueblo natal y no puede dejar de recordar. El relato está sazonado de flashbacks que se repiten una y otra vez. Incluso, lo primero que sabemos del protagonista, es una pesadilla con imágenes cortas y sangrientas de su experiencia.

Pero no creo que sean estos detalles los que molesten a los habituales cinemeros, sino un motivo que casi no es cinematográfico, sino ideológico: la aparición del militar bueno.

Shogún, el héroe incómodo

Quienes han leído el libro o han visto la película recordarán al teniente Shogún, ese oficial anónimo que salvó la vida a un niño metido de terrorista.

No quiero spoilear más la película para que cada quién saque sus propias conclusiones.

Sin embargo, creo que la clave de la historia está en la primera charla que tiene Shogún con el menor levado por los senderistas.

En esa conversación, casi un monólogo, dice unas cuantas frases que nos dan otra perspectiva de la época de la violencia terrorista, que algunos se empecina en llamar "conflicto armado interno".

El oficial dice que ninguna de esas muertes violentas que vio el pequeño Lurgio hubieran sucedido si Sendero Luminoso no se levantaba, y que no habían conseguido nada.

En su casi monólogo, Shogún agrega que personas como el niño al que le está hablando son en realidad víctimas engañadas.

Esa descripción de los hechos, en las que se subraya la culpa de Sendero Luminoso en el baño de sangre al que nos empujó, es muy poco frecuente en la cinematografía peruana. 

Hago memoria y recuerdo Vidas paralelas de Rocío Lladó. También sufrió críticas feroces en su momento por dar una versión favorable a las Fuerzas Armadas. Y también es cierto que tenía algunas fallas en la puesta en escena, fallas que no tiene Tatuajes en la memoria.

Después, no recuerdo retratos de militares que se hayan comportado con rectitud en zonas de emergencia. Siempre tenían una mancha, por lo menos.

Sobre policías tenemos La hora final de Eduardo Mendoza, basada en el libro de Carlos Paredes sobre la captura de Abimael Guzmán o el documental Con el alma en vilo de Luis Enrique Cam sobre desactivadores de bombas.

Pero de militares, que hayan luchado dentro de la legalidad contra la subversión, no se me viene un nombre más de película que llegara a estreno comercial a la mente.

Tal vez se me ha pasado algún título. Pero igual, el "militar bueno" es el caso marginal de nuestra filmografía.

Y no porque no haya existido en la vida real - el caso de Shogún es un ejemplo - sino por otras motivaciones.

Vale recordar que esta película fue rechazada cuatro veces de recibir los estímulos económicos que concede el Estado para promocionar el cine nacional. Y con guion de Mario Vargas Llosa, en la que tal vez sea su última obra de ficción. 

Estímulos que sí se concedieron para hacer una apología, casi hagiografía, de un militar: el tirano Juan Velasco Alvarado. 

Habría que replantear cómo se conceden estos estímulos, rotar más a los jurados y que estos representen diferentes formas de pensar, para que las películas apoyadas no sean una cancina repetición de prejuicios.

Sea como fuere, allí nos dejó Lucho Llosa el retrato de Shogún, en recuerdo de aquellos militares correctos e idealistas que combatieron a esas hordas cobardes, fanáticas y sanguinarias de Sendero Luminoso y MRTA.





miércoles, agosto 07, 2024

Rechazan cuatro veces guion de Mario Vargas Llosa o no hay plata para tanta gente


Dentro de poco llegará a las salas de cine "Tatuajes en la memoria", proyecto personal de Lucho Llosa.

El largometraje es una adaptación libre de "Memorias de un soldado desconocido" de Lurgio Gavilán y cuenta con el guion de Mario Vargas Llosa.

En las entrevistas que ha dado el cineasta sobre la película ha mencionado un hecho que ha pasado desapercibido: su proyecto postuló a los incentivos que da el Estado en cuatro oportunidades y no fue aceptado.

El director lo ha tomado deportivamente y se preocupa de resaltar otros aspectos de la película. 

Sin embargo, llama la atención el rechazo de financiación a esta película.

Mucho se ha hablado sobre la ley de cine, asegurándose que sin los estímulos no habría posibilidad de conocer diferentes puntos de vista de la realidad nacional y otros argumentos similares.

Pero la realidad es que desde hace buen tiempo estos fondos han servido, cuando se trata de filmes de la época del terrorismo, a privilegiar una visión de cierta izquierda.

Se ha esgrimido que otros sectores no se han interesado en el tema, lo que no es exacto.

No importan los hechos, sino quien los cuente

La historia de Lurgio Gavilán es la de un niño de un pueblo de Ayacucho que, por seguir a su hermano, se enrola en Sendero Luminoso. Luego, un oficial del Ejército le salva la vida y termina de recluta.

La experiencia de Gavilán, actualmente catedrático universitario, es una fuente de primera mano sobre esos aciagos años. 

Es un lujo que Vargas Llosa adapte esas azarosas vivencias. Sin embargo, en cuatro ocasiones jurados diferentes le han dicho no a otorgar financiación del Estado a "Tatuajes en la memoria".


Lucho Llosa, por otra parte, no es un recién llegado al mundo del cine. Ha dirigido producciones de Hollywood y ha sido parte de varios proyectos audiovisuales. Más allá que a uno le guste o no lo que ha hecho, no se le puede negar experiencia.

Visto en frío, sin conocer al detalle el proyecto, parecería el tipo de película para la que se crearon los fondos públicos para el cine. Pero no, no es así.

Hay un detalle que no se puede obviar: Vargas Llosa es de derecha liberal. Yo no comparto su posición ideológica - soy de izquierda democrática, militante aprista para más señas - pero no puedo negar su talento.

Y creo que por allí va la razón de esta reiterada negativa. 

Hace unos meses hubo una polémica entre el periodista Francisco de Piérola y el cineasta Joel Calero por la subvención que recibió el segundo por su película "La piel más temida".

La trama del filme, resumida, es sobre una hija de un terrorista de Sendero Luminoso, criada en Suecia, que regresa al Perú y conoce a su familia paterna.

El debate que suscitó es una muestra de lo sensible que aún somos para hablar sobre esa época de violencia y lo difícil de escuchar posiciones contrarias.

En ese contexto, hasta le cae el veto al único premio Nobel que tenemos por no ser afín a esa izquierda que quiere monopolizar la "narrativa" sobre lo que llama el "conflicto armado interno". 

Por suerte, Lucho Llosa se las ha ingeniado para sacar adelante su película. Puede ser buena, mala o regular, pero no le ha costado un sol a los peruanos.