miércoles, noviembre 02, 2005

Duque: el clásico olvidado

Polo, Pitigrilli, Oxford, tennis, Austin Reed, cabarets, cocaína, pederastas, golf, galgo ruso, caballos, Curtiss, Napier; ¡Teddy Crownchield Soto Menor, hombre moderno!
José Diez Canseco
Hace setenta años Luis Alberto Sánchez publicó en Chile, sin autorización de su autor, una novela corta que causaría cierto revuelo en el Perú pacato de entonces: Duque. José Diez Canseco pergeñó en las ciento y pico páginas de ella una historia con todos los ingredientes del best-séller contemporáneo. A saber, lenguaje sencillo, drogas varias y sexo al gusto. Y cuando decimos al gusto, nos referimos a cualquier gusto: el novio con la novia, el novio con el padre de la novia, la prometida con el mejor amigo de su pretendiente, la madre con el mejor amigo del hijo, en fin.
La chismografía nacional relacionó a sus personajes –en su mayoría, jóvenes de clase alta envilecidos, hipócritas y cínicos como el protagonista Teddy Crownchield– con figuras públicas del momento. La historia suena conocida, ¿no?
Este año, además del setenta aniversario de Duque, también se cumple el centenario del natalicio de su creador. Muchos conocen a José Diez Canseco sólo por haber leído en el colegio “El trompo”, uno de esos cuentos para niños que difícilmente Disney llevaría al cine. Otros títulos suyos tienen peor suerte. “Kilómetro 83”, una novela corta ambientada en los barrios populosos de Lima a comienzos de siglo y un penal perdido en medio de la selva, es tan desconocida como “Suzy”, que, según algunos, sería la precursora de Un mundo para Julius.
Pero volvamos a Duque. ¿Qué pasó para que esta novela, que transita entre las casonas de la antigua y señorial avenida Leguía y los fumaderos de opio de la calle Capón y los prostíbulos del Callao de los años veinte, cumpla setenta años sin que nadie, fuera del ámbito académico, lo recuerde?Hay que aclarar, llegado a este punto, que Duque trasciende el chisme. Se puede leer actualmente sin saber o conocer qué personas públicas fueron modelo para sus personajes y aún así quedar cautivado por la historia. Su lenguaje ágil, de oraciones cortas y directas, hace que el lector no especializado de hoy sea capaz de gozar de las peripecias del joven Teddy Crownchield Soto Menor en su regreso al Perú. Pero he dicho puede leer, no necesariamente que lo haga.
En compensación por este olvido, el público actual finge escandalizarse por novelas que tienen similares ingredientes a Duque: personajes públicos reconocibles, el uso de variados psicotrópicos y uno que otro acto carnal no convencional. Una interpretación desprevenida diría que los escritores peruanos no han cambiado sus técnicas en setenta años. Pero más allá de la valoración que se le pueda hacer a los libros de escritores tan disímiles como Jaime Bayly, Beto Ortiz o José Diez Canseco, diríamos que lo que no ha cambiado es el morbo del lector peruano.
(Publicado el 20 de diciembre de 2004 en el diario El Peruano)

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