Entrevista a Alexis Iparraguirre
El joven narrador Alexis Iparraguirre (Lima, 1974) obtuvo a comienzos de año el Premio Nacional de la Pontificia Universidad Católica del Perú en la categoría cuento con el libro El inventario de las naves, que acaba de salir a la luz. El autor reconoce a Italo Calvino y García Márquez como sus influencias y que le da vergüenza llamarse "escritor".
¿Cómo surgió el libro?
Lo comencé a escribir en 1994 por un suceso que me molestó. Una chica que me gustaba le mostró los senos a un chico por su cumpleaños. De esa experiencia surgió el primer cuento. Me comentaron que era apocalíptico. Por esa época Marco García y yo leíamos a Italo Calvino, quien nos vende la idea del libro de cuentos unitario. De allí me dediqué a escribir relatos con el tema el fin del mundo en un barrio.
Tus personajes son ancianos o jóvenes, excluyes a los adultos. ¿Por qué?
Por motivos vivenciales. Cuando empiezo a escribir no me consideraba un adulto, no tenía esa experiencia, pero sí la de mis abuelos con quienes me cr ié. Entonces tenía la mirada de ellos dando vueltas.
¿ El barrio que describes está inspirado en el Rímac, donde vives?
Sí, pero no en el actual. Es el de las grandes alamedas, de las casonas, no el distrito de los migrantes de a partir de los setenta. Toco el Rimac desde la imaginación de mi abuela, quien lo conoció como barrio criollo.
¿Por qué el título?
Hay un homenaje sutil a Garc ía Márquez. Hace años leí su discurso que dio al recibir el Nobel. En él afirmaba que no quería ver el premio como para él sino para la poesía que había "fatigado el inacabable inventario de las naves de Homero". Este es un error de traducción del título del segundo libro de La Iliada, el cual es El catálogo de las naves. Dicho yerro lo comenta un personaje de un cuento. Además, inventario, a diferencia de catálogo, significa cosas puestas en un orden, tal como sucede en el libro de cuentos.
¿El ganar este premio no ha generado envidia?
Sí, he le ído en algunos blogs críticas hacia mí. Conozco a los responsables. Justo hace poco estuve con uno de ellos en un conversatorio entre narradores. Quiso evitar mi saludo, pero yo no tuve problemas de extenderle la mano. Está bien que se diga lo que se quiera porque hay libertad de expresión.
¿El que enseñes en la Universidad Católica no ha generado suspicacias?
La cuestión es muy simple. Hubo restricción para quienes tuvieran vínculo comercial con la universidad. Esto quiere decir proveedores y clientes. Los estudiantes y profesores no caemos en ese ámbito. Por otra parte, me consta que fue una sorpresa para varios jurados saber que yo escribía.
¿ Cómo viviste tu vocación por la literatura antes del premio?
Durante el tiempo que estuve trabajando en la Católica como burócrata mantuve el hecho de escribir como una especie de flor de Coleridge, un sueño privado y particular. Cuando me preguntaban, decía que era profesor o crítico universitario, nunca escritor. Me daba vergüenza porque no tenía ningún libro.
¿Y ahora que lo tienes?
Tampoco. Me ha quedado el complejo. Me pasó algo gracioso con Santiago Roncagliolo. Él me comentó que había ganado no sé qué concurso y me pregunta por mí. Le dije en plan de broma, sin saber lo del premio, que seguía con mis alumnos. Y en realidad es lo que voy a continuar haciendo. Un premio en el Perú no te cambia la vida, así sea de diez mil dólares.
(Entrevista publicada en el diario El Peruano a fines de 2005)
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