El escritor mexicano Jorge Volpi estuvo en Lima para la Feria Internacional del Libro 2006 promocionando por adelantado su próxima entrega No serás tierra. A su paso, habló de Roberto Bolaño y los estereotipos literarios.
Con No serás tierra concluye su trilogía sobre el siglo XX. ¿Qué otros planes tiene?
–Han sido más de mil quinientas páginas y diez años de escribir. Fue muy apasionante, pero también difícil. No sé que voy a hacer ahora. Estoy agotado y estoy en período de leer.
¿Los escritores latinoamericanos necesitamos salir de nuestro país para ser internacionales?
–En efecto, siempre ha sido así. Siempre ha sido muy natural que los escritores de América Latina busquen viajar a otras partes. A veces en nuestra misma región, pero más frecuentemente a Europa. Antes París era la ciudad mítica de la literatura de nuestra región. Ahora también es destino España y otras partes del Viejo Continente.
¿España vuelve a ser el centro de la cultura en nuestro idioma?
–El problema, más allá de dónde vivan los escritores, es que la mayor parte de las grandes editoriales en nuestro idioma están actualmente en manos de grupos españoles o internacionales. Ya no están las grandes editoriales latinoamericanas que podían competir.
¿Eso distorsiona la visión de nuestra cultura?
–Bastante. Para que un escritor sea conocido en América Latina, antes debe ser decidido en España. Si no es atractivo para el público español, difícil que llegue a nuestra región.
Sin embargo, los latinoamericanos no se han encasillado...
–Sí, somos muy variados en cuanto a temas y las locaciones de donde suceden nuestras historias. Ya difícilmente se puede encontrar rasgos comunes entre escritores latinoamericanos distintos.
¿Se debe a la globalización?
–No diría eso. Creo que siempre ha sucedido así. Siempre hay escritores interesados en temas peculiares. Escribir es algo tan personal que más son los críticos buscando similitudes que las que realmente hay.
Algunos críticos cuestionan que los latinoamericanos sean variados.
–Sí, sigue habiendo este fenómeno de críticos, tanto en América Latina como afuera, que si un escritor no trata sobre su terruño, de su aldea, no tiene rasgos locales y no es interesante. Es un punto de vista muy eurocentrista, pero a la inversa.
¿No le molesta un poco que se asocie lo latinoamericano con clichés?
–Claro que sí me molesta. Hay que luchar contra el estereotipo. En México hay charros, rancheras y sarapes, pero no es lo único que hay. Hay que tratar de eliminar estos clichés que son tan peligrosos a la hora de encasillar a países, personas y formas de ver la vida.
Hace diez años los escritores nuevos criticaban más al boom. Ahora pareciera más cordial la relación.
–Los escritores del boom latinoamericano son nuestros clásicos vivos. La generación previa a la mía tenía problemas mucho más obvios de confrontación. Para nosotros son los
escritores con los que nacimos prácticamente. Nací en 1968 y Cien años de soledad es de 1967. Ya estaba allí. Es un hecho sobresaliente el tener clásicos vivos.
¿Cómo valora la influencia de Bolaño en la literatura actual?
–Considero que Roberto Bolaño para los escritores que hemos nacido después de 1960 es “la” figura más importante de la literatura reciente. La influencia del novelista chileno se sentirá
en muchos de nuestros escritores de América Latina. Su vida en varios países le ayudó a tener la perspectiva suficiente como para entender que se podía escribir de cualquier sitio.
¿Qué es lo más reciente que ha leído?
–Acabo de terminar de leer La hora azul de Alonso Cueto.
¿Qué le pareció?
–Es una novela que me gustó. Visto de fuera, me agradó la manera de hacer este retrato de la violencia íntima. El descubrimiento por parte del protagonista de que las atrocidadesestán allí. Un abogado exitoso que comprende que el terror está en él mismo.
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