jueves, noviembre 23, 2006

La leyenda delante del artista

El Víctor Humareda que inventamos

El imaginario colectivo ha hecho del genial artista puneño un antihéroe a la medida de estos tiempos. La marginalidad y sordidez - verdaderas o imaginada - en la que vivió el pintor es más difundida que su obra.
Me gusta disfrutar de París y la parada
Entre hombres sudando y Marilyn, mi enamorada

Los Mojarras
Mi recuerdo más temprano de Víctor Humareda no fue ningún cuadro, ni boceto ni dibujo suyo. Mi primer contacto con el artista fue un reportaje de televisión pocos años antes de su muerte. En él, un excéntrico con sombrero hongo hablaba con seriedad impostada sobre su novia. ¿Cuál? Obviamente, Marilyn Monroe.
Crecí escuchando las leyendas urbanas que circulan sobre el genial pintor. A su ya de por si extravagante vida en un hotelillo de La Parada, los rumores le agregan datos - por lo general falsos - que añaden marginalidad donde ya la había. Grandes borracheras, memorables noches prostibularias, largas temporadas en París son sólo algunos de los tópicos que, a fuerza de repetirse, ya algún desprevenido toma por ciertos.
Sin embargo, el Humareda real no se reflejaba, según sus íntimos, en ese estereotipo de artista maldito. Era abstemio, aficionado al té y las infusiones. Llevaba una vida casi monacal, consagrado a su pasión, la pintura. Pasó más de la mitad de su vida en el decadente Hotel Lima de La Victoria, y su único paso por París fue de menos de un mes.
El personaje, que aseguraba reunirse en los cafetines del Centro de Lima con Toulouse Lautrec y Goya, roba nuestra atención del dedicado pintor. No obstante, Humareda se parodiaba a sí mismo con tal gracia que su imagen, llena de contradicciones y supuestos, no desentona con su principal legado: sus cuadros.

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