jueves, agosto 30, 2007

¿Y ese Rushdie? ¿Escribe?


A dos décadas de la fatwa de Jomeini contra Salman Rushdie es triste constatar que el ayatolá triunfó. Los libros del escritor angloindio han pasado a segundo plano tras el tema religioso.


Hace pocos días, coincidiendo con su cumpleaños número 60, el escritor Salman Rushdie recibió la orden de caballero del Imperio Británico. No pasaron pocas horas para que, por un lado, se viera este honor como una reivindicación por los años que tuvo que pasar escondiéndose por la sentencia de muerte que le declaró el Ayatolá Jomeini; y por otro, se interpretara el nombrarlo “sir” como una provocación al mundo islámico.
Entre la avalancha de declaraciones y noticias – incluso pronunciamientos oficiales por parte de países musulmanes – escasas líneas se dedicaban a Los versos satánicos, libro que generó la polémica alrededor de él. Pero más allá de eso, pocas palabras se dedicaban a hablar del resto de su obra literaria.
Como se recuerda, el 14 de febrero de 1989 Jomeini proclamó la fatwa en su contra – edicto religioso instando a darle muerte – e inclusive puso precio por su cabeza. Desde ese lejano día, el nombre de Salman Rushdie es asociado invariablemente con esta condena.
Casi dos décadas después de la intolerante fatwa de Jomeini es triste constatar que el Ayatolá en cierta medida triunfó. El líder religioso iraní tuvo como objetivo que no se leyeran los “blasfemos” textos de Rushdie, y, por lo poco que se comentan en prensa, parece que lo logró.
Se ha olvidado fácilmente que Salman Rushdie no era cualquier escritor cuando dio a prensa Los versos satánicos a fines de los 80. Ya a comienzos de esa misma década el escritor nacido en la India había sorprendido a la crítica con Los hijos de la medianoche, tal vez su trabajo más celebrado.
Poco importa qué escriba este artista angloindio. Muchos lo leerán, si es que lo hacen, buscando en su obra alguna nueva polémica religiosa, persiguiendo la clave para despertar la intolerancia. La sombra de Los versos satánicos y la polémica que generó han hecho que se pierdan verdaderas joyas.
Por ejemplo, su primer libro después de su sonado problema con el mundo islámico, Harún y el océano de las historias, es una deliciosa reflexión sobre la inspiración. Pero, ¿cómo podría competir por la atención del gran público las aventuras de un niño en un mundo de fantasía, con una novela donde se hace alusión a Mahoma irrespetuosamente?
Una de las primeras obras de Rushdie es la novela Vergüenza. En ella, al hablar del protagonista, señala que había sido tan opacado por sucesos ajenos a él, que se había convertido en un personaje secundario de su propia historia. Gracias a Jomeini, se puede decir que a la obra de Rushdie le está pasando lo mismo.

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