Desde hace algunas décadas un personaje creado por Rafo León, Lorena “la China” Tudela, ha ironizado sobre las costumbres actuales desde las páginas de diversos medios como el semanario Caretas, el desaparecido diario Página Libre o la revista de humor Monos y monadas.
Asumiendo la voz de una “pituca” o mujer presumida de clase alta, se hace burla en su columna de humor, de los hechos de la coyuntura mezclándolos con ficciones, sobre todo lo que se considera de mal gusto o huachafo.
Pero este tipo de creación no es nueva en el Perú. En este ensayo quiero referirme a un antecedente de principios de siglo que tiene mucha relación con la obra de León. Se trata de Vida y milagros de doña Caro, cuyo autor es de Fausto Gastañeta.
Nace la huachafería
Situémonos. A comienzos del siglo XX surge en el Perú un tema recurrente en su producción cultural: el de la huachafa. Es difícil entender el significado y las múltiples connotaciones de palabras como huachafa, huachafería, lo huachafo, sin ser peruano o haber vivido en el Perú. Mario Vargas Llosa, el más representativo escritor del país, ironiza al respecto afirmando que es parte de nuestra identidad nacional. Es tal la importancia que se le da que hay hasta teorías acerca de quién es el padre del popular término. La más popular de las hipótesis apuntan hacia Jorge Miota, periodista de esos años, pero hay otras más.
El modelo de conducta de la huachafa – una mujer, usualmente costurera, que intenta aparentar ser de una clase más prestigiosa de la que realmente es - sirvió de materia prima para una gran cantidad de creaciones culturales. Los huachafos sirvieron de inspiración para canciones, libros y caricaturas de las más variadas calidades. Una de estas obras es la serie costumbrista de doña Caro, obra del periodista Fausto Gastañeta (Lima, 1872 – Lima, 1945).
Sin embargo, hay más, mucho más. Las novelas “Las Cojinovas” de Cloamón, “Bajo las lilas” de Manuel Beingolea y “Las Urrutia” de José Diez Canseco, y las series de humor de Clemente Palma o de Eudocio Carrera Vergara, “Apuleyo Corrales” y ”el doctor Copaiba” respectivamente, son sólo parte de la vigencia que tuvo el estereotipo en esos años. Hay que señalar que el estereotipo nació antes del término, pues en la obra de Cloamón, que data de 1905, ya se usan todos los elementos característicos de este tipo de personaje pero sin ser llamado como “huachafa”.
Antes de la psicóloga estaba la costurera
Quienes se han acercado al tema de la huachafa, huachafería y demás derivados desde el ángulo del estudio literario – entre los que destaca Luis Alberto Sánchez – indican a la serie de Fausto Gastañeta como su paradigma. Publicada irregularmente en varios medios de prensa de la época, no se conoce ninguna edición recopilatoria de Doña Caro, vida y milagros. Hasta donde hemos podido rastrear, la primera aparición de la columna se dio el 27 de junio de 1909 en el diario El Comercio. También ha aparecido, que se tenga noticias, en las revistas Mundial y Variedades hasta fines de la década de 1920.
La principal razón por la que Doña Caro se convirtió en sinónimo de huachafa es que en el universo ficcional de Fausto Gastañeta se sintetizaba varios de los elementos usuales del tópico. A la costura y la poca fortuna por imitar a las clases más afortunadas, se debe sumar el hecho de mostrar una familia con un solo progenitor. Doña Caro, viuda según asegura en alguna entrega, vive con sus hijas Zoraida y Etelvina. Eventualmente también aparece el menor de su prole, el holgazán Gregorio.
Pero, ¿qué tiene en común la China Tudela de Rafo León, una sicóloga con consultorio en El Golf y casa de playa en el sur, con este personaje de comienzos del siglo XX que hacía malabares para vestirse con telas de cortina para aparentar algo que no era? Pues mucho, más allá de ser las dos del género femenino.
Por ejemplo, tanto León y como Gastañeta recurren constantemente a una estrategia similar para generar hilaridad: mezclar la coyuntura noticiosa con sus personajes de ficción.
Como dijimos sobre sus creaciones hace unos años en el suplemento identidades del diario El Peruano “Las quejas y puyas a los jefes de los medios donde publican, los personajes públicos que intervienen en la ficción y la referencia a hechos y lugares conocidos es moneda corriente en las dos creaciones. Comparando ambas obras, se puede decir que Doña Caro, vida y milagros era una suerte de China Tudela al revés de la República Aristocrática, una especie de abuela pobre de la pituca más conocida del periodismo nacional”.
La similitud resalta más si recordamos que ambas columnas de humor critican modelos de conducta social de su tiempo. El tema predilecto de León y Gastañeta no deja de ser interesante: el mal gusto. En un caso, se hace escarnio de los usos y costumbres de quienes se cruzan con el personaje de ficción, la china Tudela; en el otro la criticada es la misma protagonista, doña Caro, blanco de todas las burlas en medio de personajes entre ficticios y reales.
Pero en las series de la china Tudela y doña Caro los juegos entre la ficción y la realidad no se quedan en usar personajes públicos conocidos. Existen un par de entrevistas a la China Tudela, en una de ellas incluso llega a asegurar que Rafo León es creación suya.
Doña Caro no se queda atrás. Los medios donde trabaja publicaban cada cierto tiempo misivas surgidas del universo ficcional de Gastañeta. Incluso en el colmo de la esquizofrenia creativa aparecen cartas aclaratorias y otras negando la veracidad de las anteriores. Además, esta heroína del mal gusto ha protagonizado algún escándalo en las páginas de policiales. No he averiguado si a esta costurera la llegaron a entrevistar como a la China Tudela, pero en compensación el personaje escapó de la pluma de Fausto Gastañeta para ser retratado también por Clemente Palma y Eudocio Carrera Vergara.
Son muchos los rasgos en común entre ambas columnas de humor que quisiéramos abordar. Por ejemplo, la relación de los textos y las ilustraciones que los acompañan, el tema racial, o cierto recelo a la movilidad social. Esperemos explayarnos más en una próxima entrega.
Ensayo publicado en el número de setiembre del boletín de la Casa Museo Mariátegui y que edita el historiador Osmar Gonzales.
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