El título de este post lo he tomado de una canción de X Ray Spex y es parte de mi soundtrack vital desde mis últimos años del cole. Hace unas horas, al abrir el facebook, me enteré de la muerte de su cantante, Poly Styrene. Y estoy apenado.
No voy a hablar como crítico musical, que no lo soy, sino como simple aficionado. Y, la verdad, no sé en qué lugar del escalafón de grupos más influyentes esté X Ray Spex ni qué tan trascendente es el aporte de Poly Styrene. Ya habrá quien se tome el trabajo y nos ilustre.
Yo descubrí a X Ray Spex de casualidad. El hermano de un amigo remataba sus casets de grupos punks, y yo le compraba cuando la propina alcanzaba. Entre ellos, estaba esta banda. Recuerdo que era en una cinta regrabada – originalmente villancicos o tal vez rancheras.
La calidad del audio no era la mejor. Pero no fue impedimento para que me conquiste la voz chillona de Poly Styrene. Más aún con los arreglos para saxo, una excentricidad en un grupo punk, responsabilidad de Lora Logic – el nombre de esta artista lo acabo de averiguar de wikipedia, no soy tan hincha, tampoco.
Cuidaba como oro esa grabación. Gozaba de cada escuchada como si fuera la última. En mi alucine mi imaginación me hacía percibir cómo se iba deteriorando la cinta magnética con cada vuelta que daba.
Era otra época. Ahora basta con bucear por internet para encontrar videos y audios de casi cualquier grupo imaginable. Pero en ese tiempo no era tan sencillo. Se podía ir a una tienda de música y rogar que tuvieran lo que uno quería. Ese no era mi caso en la mayoría de ocasiones.
Otra opción, grabar canciones de la radio. Pero esta alternativa, como la anterior, servía más a quienes se conformaban u optaban por lo que estaba de moda. Quienes, como yo, tenían gustos distintos, teníamos que peregrinar a las afueras de la Villareal u otros sitios similares en pos del caset deseado. Y a ver si dabas con la meta.
Conseguir una copia del grupo que uno quería no era siempre fácil. Por lo que perder uno afligía singularmente. Una zambullida en el mar de Naplo tuvo consecuencias inevitables para un caset con 999 por un lado y The Business por el otro. Años después escuché a estos últimos en Bilbao y me recuperé en algo esa aflicción.
No era tan fácil acceder a la variedad musical que ahora está a la distancia de un click. Por suerte, tuve la fortuna de cruzarme con una buena banda sonora. Recuerdo, de esos años, casets piratas a los que le di una y mil vueltas. Sólo por mencionar al azar los primeros que se me vienen a la memoria: el London Calling de The Clash, El Regreso de Siniestro Total y End of the century de Ramones. Perseguía en sus temas, aunque suene ingenuo, algo de seguridad ante un mundo siempre amenazante, cada vez más amenazante. Y aún lo hago.
En esas cintas, ahora refundidas entre juguetes viejos y demás cachivaches, se esconden temas que aún me sirven para hacer llevadera la vida. Incluso mi hija tararea alguna que otra canción de mi adolescencia, pero ese es otro cantar. No serán los ritmos más populares del planeta. No habré hecho muchos amigos por tener estos gustos – pero los que he hecho, excelentes. Siempre habrá Beatles, Justin Bieber o algo así antes en las preferencias de la mayoría, pero me da igual. Muchos de mis recuerdos están asociados a esos ritmos y no pienso eliminarlos.
En un lugar importante de mi lista de grandes éxitos personal estará siempre mi mala copia de Germ free adolescent de X Ray Spex. Y cada vez que escucho los temas de ese disco, regresa algo de aquellos años. Quiero creer que he comprendido, al fin, que no se va a deteriorar más mi cinta, y que cada vez la voz de Poly Styrene sonará mejor.
Descansa en paz, amiga.
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