domingo, septiembre 24, 2023

El mito del terrorista bueno o la importancia del musical Annie en la vida de Lori Berenson


"La casa de La Molina estaba alquilada a nombre de Lori Berenson, una neoyorquina de 26 años con un don para las artes, Ya de pequeña había interpretado el papel principal en la obra Annie"

Ha salido hace poco 'Con las masas y las armas. Auge y caída del MRTA' (IEP) de Miguel La Serna, un texto que, a mi juicio, es condescendiente con ese grupo terrorista.

Dudé en escribir este texto, pensando en que más iba a ser la publicidad a una obra que considero fallida y con una ideología que no comparto, pero ante tantas imprecisiones, sentí la necesidad de hacerlo.

Para ser una obra académica, La Serna ha tomado muchas licencias y conjeturas.

Por ejemplo, para mencionar una casi pueril equivocación, asegura que el Movimiento Revolucionario Tupac Amaru (MRTA) se levantó en armas por la política económica neoliberal de Fernando Belaunde (presidente entre 1980-1985).

El gobierno de Belaunde, siendo de derecha, no fue neoliberal. No buscó en ningún momento reducir el Estado o dejar de controlar los precios.

Ese mote de neoliberal se usa en ciertos espacios para descalificar al adversario político. Es como decir facho o terruco. 

Si no explica el uso del adjetivo, más parece una justificación al alzamiento del MRTA.

Pero demos el beneficio de la duda, que el autor o su traductor - la obra fue escrita originalmente en inglés - tomó neoliberal como sinónimo de derecha sin esa intención.

No obstante, a lo largo de las páginas vemos que idealiza varios pasajes de la historia del MRTA y da por ciertos los testimonios de quienes militaron en este grupo terrorista.

El epígrafe que encabeza estas líneas es una muestra de ello.

Lori Berenson, la norteamericana que ayudó activamente en el plan fallido de tomar el Congreso de la República, es retratada recordando su gusto por el arte. 

No hay un defecto de Lori Berenson que mencione La Serna en su descripción.

Y así es con casi todos los emerretistas mencionados en su libro, unos idealistas que torturaban, extorsionaban, mataban, mientras buscaban un mundo mejor. 

¿Y las cárceles del pueblo dónde están?

No se le pide al investigador que describa a los subversivos deshumanizándolos, pero algo de equilibrio
debe haber.

Ese equilibrio se ve resquebrajado desde que La Serna omite hablar de los secuestros a los que se dedicaba el MRTA.

Hay material al respecto. Por ejemplo en el libro Las Chekas de Lima de Víctor de la Torre, que cuenta el secuestro de su padre.

Muchos de esos raptos, que tenían como fin recaudar dinero, ponían en riesgo la vida de las víctimas. Se les confinaba a estar en situaciones humillantes y lesivas con sus derechos humanos.

Pero La Serna se queda con la explicación que dan los del MRTA: eran empresarios enemigos, de la revolución, no eran 'población civil'. 

De acuerdo al Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, esta práctica empezó en 1984 con el banquero piurano José Onrubia Romero. 

"Durante su cautiverio, los empresarios permanecían ocultos en las llamadas "cárceles del pueblo"- espacios de reducidas dimensiones e insalubres- siendo vigilados constantemente", se lee en ese documento.

 La pelea por la imagen

La Serna hace énfasis que el MRTA se preocupaba por diferenciarse de Sendero Luminoso. Se sentían, como su nombre lo hace notar, herederos de Tupac Amaru. 

Para ello, mostraban un rostro más afable hacia la prensa, obsesionándose en detalles como el robo de la primera bandera del Perú. 

Pero La Serna casi no menciona las víctimas que tiene en su haber el MRTA desde muy temprano en su actuar. 

Según La Serna, un hecho que hizo tambalear la imagen, según él positiva, del MRTA fue el asesinato del general Enrique López Albújar, hijo del escritor del mismo nombre.

Sobre el militar, La Serna escribe "La contrainsurgencia (contra el MRTA) fue en gran parte obra de Enrique López Albújar, ministro de Defensa, cuyo padre había sido un famoso escritor indigenista, autor de famosos relatos y poemas sobre la vida andina que inspiraban empatía y compasión. Enrique hijo tenía una vocación muy diferente. (...) Tenía el rostro severo de un hombre que daba órdenes y esperaba que se cumplieran".

Si de Lori Berenson nos enteramos que actuó de niña en el musical Annie, La Serna nos priva de saber de qué actuó López Albújar en el nido. Más importante para él es señalar el semblante severo del general.

También esa comparación entre padre e hijo es gratuita. El escritor también ejerció de juez - es más, muchos de sus obras se inspiran en casos legales que observó desde esa posición -, por lo que sería más justo hablar de qué seño tenía éste al dictar sentencia que en hablar de la empatía que generaban sus cuentos.

Es válido preguntar a qué viene esa comparación. Pareciere una forma de deshumanizar al militar que supo combatir al MRTA y ponerle paños fríos a su asesinato.

Este acto terrorista fue realizado en enero de 1990 cuando ya López Albújar era un militar en


retiro y la población conocía de sobra los atentados, secuestros y extorsiones que cometían los emerretistas. 

Para contrarrestar la mala prensa que le provocó al MRTA este hecho sangriento, en el relato de La Serna, es que se produjo la fuga por el túnel unos meses después.

El investigador se contradice, pues también señala que este proyecto había empezado en 1987. 

Es más, hace un minucioso recuento de cómo se las ingeniaron los terroristas para construir el túnel.

 Pero en el último penúltima línea del capítulo dedicado a él desliza la idea de que pudo haber habido permisibilidad de parte del gobierno saliente del Apra.

Es una especulación forzada que no sustenta, a la que añade algún adjetivo descalificador hacia ese gobierno democrático. Digamos que esas líneas las escribió su antipatía hacia el partido de la estrella. 

Asimismo, una romantización antojadiza es cuando achaca a la santa popular Sarita Colonia el éxito de la fuga. Ello linda con la propaganda. Una licencia literaria que, supongo inconscientemente, muestra una simpatía hacia los terroristas.

Homófobos, pero no tanto

Un tema que le interesa a La Serna es el de la lucha por la igualdad de género dentro del MRTA. 

Critica cómo los miembros varones de este grupo terrorista querían aprovecharse de sus cómplices mujeres.

Pero lo que más destaca el autor es cómo las mujeres buscaban la igualdad frente a sus secuaces: pidiendo participar en más atentados o en los frentes guerrilleros y en el uso de más armas.

También habla de su desconexión respecto a los pueblos amazónicos originarios y su poco respeto con sus tradiciones. Es un aporte válido ya transitado por otros investigadores.

No obstante, es algo vago su relato sobre los crímenes de odio contra la comunidad LGTB que cometió el MRTA.

Se la achaca a jefes locales como Sístero García Torres, quienes no cumplían las directivas de los altos mandos como Víctor Polay, Peter Cárdenas o Néstor Cerpa, y que ejercían con prepotencia su poder en la selva.

El caso más emblemático es el del Bar Las Gardenias de la ciudad de Tarapoto.

La lógica detrás era eliminar a personas que la sociedad marginaba como los homosexuales para así ganarse a la población. No parece contradecir a la obsesión del MRTA por los golpes de efecto para conseguir adeptos y granjearse simpatías.

Pero La Serna, buscando dar contexto al asesinato de homosexuales por parte de las huestes del MRTA, habla de la "hipermasculinidad producto de la Guerra Fría".  

"Sin duda, la izquierda no estaba sola, ya que los crímenes de los grupos de derecha y de las fuerzas de seguridad del Estado contra la comunidad LGTBQ fueron también atroces y a menudo más sistemático en este periodo", aduce.

Recuerda esa garrafal metida de pata de Jorge Trelles, vocero fujimorista, cuando dijo "nosotros matamos menos", pero con más palabras rimbombantes. 

Lo concreto, para el Perú, es que durante la época del terrorismo, tanto Sendero Luminoso como el MRTA mataron a miembros de esa comunidad LGTBQ por su identidad sexual. 

Deslizar la idea que las Fuerzas Armadas o la Policía haya tenido un comportamiento similar es gratuito. No menciona fuente, al menos. Ni el Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación consigna nada en el sentido que le da La Serna.  

El repechaje

"A ninguno de los grandes enemigos del MRTA le fue bien después de la guerra" escribe La Serna en el último capítulo.

En sus últimas páginas hace un recuento caprichoso sobre el destino los gobernantes que combatieron a estos terroristas.

Es otra vez una justificación que quiere equiparar el actuar del Estado defendiendo a la sociedad con las acciones de un grupo alzado en armas.

Lo peor es usar el suicidio de Alan García para volver La Serna a regodearse en su antiaprismo. Hay límites hasta para la rivalidad política. 

Entre esos "grandes enemigos" se olvidó mencionar a López Albújar, quien de acuerdo al libro de La Serna fue responsable de que el MRTA no creciera como lo llegó a hacer Sendero Luminoso.

El general, asesinado cobardemente por los emerretistas, es recordado como un mártir de la democracia. Mientras, los subversivos que le dieron muerte, nunca alcanzaron su objetivo de tomar el poder.

No importa cómo cuenten la historia. El MRTA fracasó. 

Colofón

Las líneas que acabo de escribir van a tener una respuesta fácil: es terruqueo.

No, no lo es. No estoy llamando terrorista o terruco a nadie que no lo sea.

Mi intención es rebatir un relato que, considero, distorsiona la historia y es complaciente con los subversivos. 

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