lunes, septiembre 15, 2025

El espejo empañado del caviar


Eduardo Dargent, con quien compartí aulas en la Pontificia Universidad Católica, plaza fuerte de aquello que llaman “caviar”, acaba de publicar un libro sobre ese inasible sujeto político al que se le ha puesto ese nombre.

 “Caviar: del pituco de izquierda al multiverso progre”, el título completo de su obra, es una versión de parte, como lo reconoce Dargent. Parafraseando el léxico que se usa en estos días, en el libro se habla de cómo se autoperciben los caviares, o al menos mi antiguo vecino de carpeta.

Y en ese planteamiento válido, quienes estamos en otra orilla también tenemos cosas qué decir. 

Honestos y “honestos”

Con todo el aprecio que le puedo tener a Eduardo, aceptar como realidad que una característica clave de lo caviar la “lucha contra la corrupción”, definición que aparece desde la primera página del primer capítulo y que repite cada tanto, como que no cuela.

En todas las corrientes políticas o ideológicas sospecho se suscribiría esa afirmación. Otro asunto es que, desde cierto pedestal, se quiera usar la “lucha contra la corrupción” para descalificar a los oponentes.

Solo basta mirar algunos hechos recientes alejándose de la narrativa dominante y machacado hasta el cansancio.

Ya son seis, casi siete, los años que han pasado de la muerte de Alan García y no se ha mostrado una sola prueba de los delitos por los que le querían dar prisión preventiva. Yo soy aprista, me cuestionarán que defienda al c. Presidente, pero no me rebatirán.

Sin embargo, vayamos a otros ejemplos. ¿Cómo manejamos el tema Susana Villarán y los aportes que confesó haber recibido mientras era funcionaria, nada menos alcaldesa de Lima? El propio Dargent la nombra como un ejemplo de caviar, pero no ahonda en su gestión.

El autor, coetáneo mío en la PUCP, señala que una de las debilidades caviares su poco peso electoral. ¿Cómo no hablar de su máximo logro en este siglo del caviarismo, la alcaldía de Lima, y cómo la manejaron?

El silencio que ha caído sobre la muerte de José Miguel Castro, gerente de la Municipalidad durante esa gestión y también sindicado como cómplice en la recepción de dineros de constructoras brasileñas, es un tema que también echa sombras sobre esa “lucha contra la corrupción”. 

Pero dejemos esa idealización que tienen de si mismos los caviares como adalides de la legalidad, que no es exclusiva del libro de Eduardo. La autosuficiencia con la que hablan algunos de sus voceros es, para los que no comulgamos políticamente con este grupo, es suficiente prueba de su problema para criticarse.

Sudar Channell

Hay una definición de caviar o de sus variantes – el antiguo “cívico” o el más reciente “cojudigno” – que se repite con constancia tergiversando el sentido que se le daba al apodo.

De acuerdo a Dargent y otros, que se identifican o simpatizan con esta corriente, hacen referencia a una expresión tomada de Francia donde en plan de burla se le decía izquierda caviar a las personas acomodadas que no vivían acorde con su ideología progresista o similar. 

Esa explicación viene con trampa. Es decir, con otras palabras, que una persona con privilegios se preocupe por los menos afortunados.

En el primer ciclo de universidad, un profesor que dictaba un curso de introducción a las ciencias sociales, Oswaldo Medina si no me falla la memoria, describió el concepto antes que llegara el apodo. Para los cachimbos pelones que éramos, nos daba con bastante humor unas clases llenas de anécdotas y observaciones agudas. 

En una de ellas, tal vez escapándole el chisme, contó de algún colega de las ciencias sociales que era congresista por Izquierda Unida o su escisión posterior. Relató que lo estaba visitando en su oficina parlamentaria cuando llegó una delegación de mineros o agricultores. Su colega la atendió afable. Pero una vez que se fue el grupo, pidió a sus asistentes que echaran colonia para que se vaya el olor.

Lo de caviar no va por gente que tenga gustos exclusivos – Dargent bromea conque le gusta el café de grano seleccionado – sino con lo utilitario que resulta para personas con privilegios en épocas de elecciones o para ascender en el mundo académico hablar de las necesidades de personas que no las ven como iguales. 

En otras palabras, con personas con las que no comparten más que una relación vertical. En palabras de Hernán Garrido Lecca, "comunistas a tiempo parcial".

Cada cierto tiempo se habla de poner más requisitos – en especial, académicos – para acceder al Congreso. Y esa corriente de opinión viene de la derecha y de la llamada izquierda caviar. Un retroceso a derechos conseguidos poco a poco hasta lograr el voto para los analfabetos. Quedaríamos en la posición de ciudadanos que pueden elegir pero no ser elegidos. 

Mártires de la democracia

Otro punto es el de los derechos humanos y del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. No aceptar críticas a su “narrativa” los pone en la misma situación que cuando hablan de su exclusividad en el tema de la “lucha contra la corrupción”. En los 90, cuando compartí aulas con Eduardo, era constante en las clases de la PUCP repetir que la izquierda no aprista había sido la más perjudicada con el accionar de Sendero Luminoso y MRTA. 

Sin embargo, cuando se hizo el recuento de víctimas, era el Apra el partido más golpeado. Pero ese dato ya no se destacó en el Informe Final. Es más, víctimas apristas fueron dejadas de lado. En una reciente visita en Tarapoto, encontré a la familia de Julio Santa María cuyo patriarca, un militante puro y sincero del Partido del Pueblo, el Apra, falleció ejerciendo de subprefecto en Tocache en 1990, pero nadie de la CVR se contactó con ellos. Y como él, cuántos más habrá.

Claro que los familiares, compañeros, amigos de las víctimas de los terroristas quieren la verdad. Muchos casos se han archivado y nunca se llegó a saber quiénes fueron los responsables materiales e intelectuales. Solo rumores. Pero los autoproclamados defensores de los derechos humanos dejan estos casos de lado. 

Seguro Dargent objetará con algún argumento a esto último, pero para eso uno escribe, para debatir.

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