jueves, febrero 02, 2006

Hablando con propiedad

Martha Hildebrandt evalúa nuestros usos del lenguaje

El español es el idioma materno de más de 300 millones de personas, además de la lengua oficial de una veintena de países. Las variaciones hacen que hasta el hispanoparlante más preparado vacile en algún momento.

Para ayudarnos en esas ocasiones surge precisamente el Diccionario Panhispánico de Dudas (2005), publicado por la Real Academia Española, la Asociación de Academias de la Lengua Española y Santillana Ediciones. Martha Hildebrandt (Chiclín, La Libertad, 1925), miembro de la Academia Peruana de la Lengua, integrará la mesa que presenta hoy el diccionario.

¿Qué aporta el Diccionario Panhispánico de Dudas frente al de la Real Academia de la Lengua (DRAE)?
–Es un diccionario totalmente diferente a todos los demás. No incluye todo, sólo las palabras que causan duda en su uso. Otra peculiaridad es que incluye en igualdad de condiciones el español de España con el de América. De allí su nombre de panhispánico. En el DRAE, la perspectiva que se emplea es la de Madrid. Los usos exclusivos del país ibérico aparecen por primera vez resaltados igual que los de América. Esta es la gran diferencia.

¿Se empleará este mismo criterio de igualdad en la próxima edición del DRAE?
–No sé, pero avanzamos en ese sentido democrático basado en lo cuantitativo. Los hispanohablantes de América somos muchos más que los peninsulares.

¿Cómo difundir los aportes de este diccionario?
–Comprándolo y consultándolo. Aquí hay una idea que me choca todo el tiempo, que es que la gente cree que cualquier diccionario es “el diccionario”. El oficial es el DRAE, por supuesto. Pero faltan muchas palabras de América. Este nuevo diccionario está para las dudas, pero igual no tiene todas. Saca de apuros si nuestra duda es igual que la del diccionario. Es un libro muy interesante, pero no es para todos los males.

“Pienso de que hubieron...”
¿Cuáles son las áreas en las que el peruano medianamente instruido tiene más problemas para expresarse?

–El peruano en general se expresa mediocremente. Son excepcionales las personas que hablan bien. No hago comparaciones con otros países, sino con el ideal de lengua culta, la cual comprende una serie de usos de sintaxis y vocabulario. Si la gente dice “pienso de que”, ya habló mal para toda la vida. Al igual que decir “hubieron” por “hubo”. Esto marca la categoría cultural de una persona. Eso es lo normal hasta en los medios de comunicación.

¿Cómo define el habla culta?
–Se define por consenso por la que tiene o debería tener quien posee instrucción superior. Hay abogados y médicos que hablan pésimo. Por ello, el habla culta es más un deseo que una realidad. En el Perú habla mal hasta la gente que accede a una educación superior. Ellos están obligados a expresarse bien.

¿No será que los profesionales toman como secundario el idioma?
–No creo. Es un problema de hogar. El idioma se mama con la leche. Quien nace en un hogar culto hablará bien así sea un ocioso. El hablar bien no es un mérito en ese caso. También se puede cultivar, pero cuesta trabajo. La cosa se complica cuando el niño se encuentra con un maestro del SUTEP que habla peor que su padre. El nivel de nuestros maestros es bajísimo.

¿No hay propuestas educativas de los candidatos que le llamen la atención?
–No, ni se ocupan de la educación. Es un problema menor para ellos. Se permite que haya instituciones que con el título de universidades difundan ignorancia. Las universidades de segunda y de tercera son negocios a los que sólo les interesa tener más alumnos. Se ha bajado terriblemente el nivel de las universidades desde la década de 1990.

¿Cuáles son las razones de esa caída?
–A la manga ancha. Se cree que eso es democracia. Pero cúrese con un médico que salió de estas universidades y dése por muerto. (ECG)

Entrevista publicada en el Diario El Peruano el 1 de febrero de 2006.

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