Javier Fesser, cineasta ganador de varios premios Goya por su película Camino, estuvo en el Perú como miembro del jurado del Festival de Lima. En su premiada cinta cuenta la historia real de una adolescente perteneciente a una familia del Opus Dei a la que se busca canonizar. Hablamos con él sobre este filme y su experiencia con el cine latinoamericano.
¿Cómo le surgió el interés por tratar en Camino una historia de la vida real?
- Los hechos los conocía hacía tiempo, 23 o 24 años. Antes de hacer mi primera película ya tenía en mente una historia que me apetecía mucho profundizar, pero no era el momento idóneo ni tenía la madurez necesaria para hacerlo. Desde entonces la historia no me ha abandonado. Hace cuatro años llegué al convencimiento que había cómo contar la historia. Tuve un proceso de investigación en torno a todo lo que habla la película. Una es la parte espiritual, religiosa, que tiene que ver mucho con el Opus Dei, protagonista de la película, y otra es la parte quirúrgica, que me provocaba tocar. También el mundo del amor adolescente, que es lo que más me interesa.
La familia no estuvo de acuerdo con la cinta. ¿Cómo manejó el tema?
- Estamos hablando que no es una descripción de la realidad, sino que se inspira en una aventura emocional de una niña real, y de algunos otros casos que no son sólo Alexia González-Barros. Esto arma una ficción que no tiene nada de inventado, pero no en lo que refiere a datos concretos sino a actitudes ante la vida y la muerte.
¿Considera que la comedia le dio el entrenamiento suficiente para abordar el drama?
- Más que la comedia hecha anteriormente, es la madurez personal. Esto de hacer películas es un proceso permanente. Las anteriores películas las historias las busqué más en mi imaginación. En Camino la realidad que me rodea me resultaba más atractiva.
¿Va a volver a la comedia?
- Lo que me ocurre es que después de un proyecto emocionalmente tan intenso como Camino, el cuerpo me pide como terapia abordar algo en un lenguaje muy diferente y reírme de mí mismo y sobrevivir con una sonrisa.
¿Qué le ha parecido la calidad de las películas del Festival de Lima?
- La calidad excelente, la variedad muy sugerente y me parece una suerte poder estar aquí sumergido durante una semana en este océano de películas. El cine latinoamericano me interesa muchísimo, porque, aunque es muy distinto al que yo hago y estoy acostumbrado a ver, tiene mucho que ver conmigo. No sólo compartimos la lengua sino una forma de ver la vida. Lo veo muy cercano.
¿Qué significan los premios para el cine?
- En el caso de Camino el Goya provocó un segundo estreno. En los últimos seis meses he recorrido medio mundo con esto. El éxito de una película no tiene que ver con premios y entradas.
¿Cómo le surgió el interés por tratar en Camino una historia de la vida real?
- Los hechos los conocía hacía tiempo, 23 o 24 años. Antes de hacer mi primera película ya tenía en mente una historia que me apetecía mucho profundizar, pero no era el momento idóneo ni tenía la madurez necesaria para hacerlo. Desde entonces la historia no me ha abandonado. Hace cuatro años llegué al convencimiento que había cómo contar la historia. Tuve un proceso de investigación en torno a todo lo que habla la película. Una es la parte espiritual, religiosa, que tiene que ver mucho con el Opus Dei, protagonista de la película, y otra es la parte quirúrgica, que me provocaba tocar. También el mundo del amor adolescente, que es lo que más me interesa.
La familia no estuvo de acuerdo con la cinta. ¿Cómo manejó el tema?
- Estamos hablando que no es una descripción de la realidad, sino que se inspira en una aventura emocional de una niña real, y de algunos otros casos que no son sólo Alexia González-Barros. Esto arma una ficción que no tiene nada de inventado, pero no en lo que refiere a datos concretos sino a actitudes ante la vida y la muerte.
¿Considera que la comedia le dio el entrenamiento suficiente para abordar el drama?
- Más que la comedia hecha anteriormente, es la madurez personal. Esto de hacer películas es un proceso permanente. Las anteriores películas las historias las busqué más en mi imaginación. En Camino la realidad que me rodea me resultaba más atractiva.
¿Va a volver a la comedia?
- Lo que me ocurre es que después de un proyecto emocionalmente tan intenso como Camino, el cuerpo me pide como terapia abordar algo en un lenguaje muy diferente y reírme de mí mismo y sobrevivir con una sonrisa.
¿Qué le ha parecido la calidad de las películas del Festival de Lima?
- La calidad excelente, la variedad muy sugerente y me parece una suerte poder estar aquí sumergido durante una semana en este océano de películas. El cine latinoamericano me interesa muchísimo, porque, aunque es muy distinto al que yo hago y estoy acostumbrado a ver, tiene mucho que ver conmigo. No sólo compartimos la lengua sino una forma de ver la vida. Lo veo muy cercano.
¿Qué significan los premios para el cine?
- En el caso de Camino el Goya provocó un segundo estreno. En los últimos seis meses he recorrido medio mundo con esto. El éxito de una película no tiene que ver con premios y entradas.
“Soy agnóstico. No creo en Dios y se lo he dicho a él personalmente”
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