martes, julio 13, 2010

La mujer que no se podía ir



Una señora despierta (Gabriela Billotti), con la vestimenta habitual de un paciente psiquiátrico violento, sin recordar nada, en una habitación que no es capaz de abandonar. Al frente, otra mujer la interroga. En tres ocasiones, con diferentes interlocutoras, se repite la situación. ¿Quién es la protagonista? ¿Es una asesina? ¿Está loca? Es la pregunta que intentará responderse. En el transcurso, algunas pistas se van soltando.


La acción se inicia con la protagonista evitando mirar directamente al público, anunciando lo que será el motor de la historia: la identidad. La decoración se ha reducido al mínimo, subrayando la situación de desamparo del personaje principal. Las cambiantes contrapartes – primero una policía, luego una sicóloga – también apuntan a lo mismo. El funcional juego de luces es otro acierto.


El mayor problema con esta obra es cómo se resuelve la trama. Momentos antes que la protagonista se despierte por tercera vez, un monólogo a cargo de Alexa Centurión despeja las dudas sobre la amnesia y demás detalles de la historia. Se pierde el misterio, y no por una revelación singularmente elaborada. Desde ese monólogo, la identidad – y la culpa relacionada a ella – desaparece como motor de la acción, pasando a una crítica social algo difusa.


Esta obra, dirigida por su mismo autor, César de María, tiene interesantes aciertos. Sin embargo, faltó saber redondear la última parte para no sentir un final forzado. Una frase para recordar: “todos los sicólogos tenemos un suicida en el diván”.


Ficha técnica


La mujer sin memoria


Escrita y dirigida por César de María


Actúan Gabriela Billotti, Natalia Torres, Camila Mac Lennan y Alexa Centurión.


En la Alianza Francesa de Miraflores.

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