(Hace unos años publiqué este comentario en la revista Variedades a la novela Palacio Quemado de Edmundo Paz Soldán)
Óscar es historiador, sin embargo, no ejerce este oficio. Desde joven se ha dedicado a escribir discursos por encargo. No ha tenido estabilidad laboral hasta que se le ofrece trabajar para el presidente de su país. Para él es un regreso a Palacio Quemado – como se le conoce en Bolivia a su Palacio de Gobierno – pues allí pasó parte de su infancia mientras su padre fue ministro. Ese lugar también le recuerda el extraño suicidio de un hermano mayor. La nueva cercanía al poder le servirá al intelectual como una etapa de doloroso aprendizaje sobre su país y sobre las relaciones humanas.
Esta es en líneas generales la trama de la nueva novela de Paz Soldán. En ella los personajes parecen girar alrededor del Palacio Quemado, símbolo del poder en el país altiplánico y verdadero protagonista de la historia. Unos quieres entrar, otros quedarse, algún otro lo añora, pero para nadie le es indiferente. El ejemplo más claro es el del amigo y jefe directo de Óscar, Lucas, quien va adecuando su posición política a las conveniencias del momento sin muestra de arrepentimiento. No es gratuito que se haga constante mención de la precariedad histórica de los gobiernos bolivianos.
Palabras, palabras
Mientras que la clase más afortunada acomoda su comportamiento a estar o no entre el cogollo de quienes toman las decisiones, un policía lisiado pide limosna en la plaza frente a Palacio Quemado como recordando los pecados de sus ocupantes. El peso del interés propio dicta la conducta de casi todos. El sexo, los contactos, son sólo monedas para dominar a otros. Como dice Óscar en las primeras páginas “El Palacio era un laberinto”.
La cercanía al poder influye, cambia a quien se aproxime. Incluso Óscar, quien rehuye comprometerse, sueña que los discursos que escribe, cambien los destinos de su país. Este poner en duda el poder de las palabras es un tema que se puede encontrar en otras obras de Paz Soldán, pero que en el contexto de este libro adquiere un patetismo singular.
País en llamas
Un acierto de Paz Soldán es la manera que describe esa fractura que existe en su país entre los menos favorecidos y la clase dominante. Por ejemplo, en las ocasiones en que Óscar se aventura en los barrios pobres sale con marcas. Primero, son las rayaduras del automóvil de su hermana. Luego, son latigazos en su piel.
Otra virtud de la novela es la forma en que se ha introducido los temas históricos. No se trata de un farragoso recuento de los golpes de Estado bolivianos, sino de una constante referencia a la agitada vida política del vecino país introducida sin forzar la narración. Este continuo recordar se va convirtiendo en una metáfora de lo efímero del poder.
Pero nunca sale indemne. La culpa de unos, la rabia contenida de otros, son rasgos de la nación boliviana que también se pueden rastrear en estas páginas. Sin embargo, hay que señalar que Paz Soldán es más efectivo en describir la primera característica que la segunda.
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