En la primera escena, en medio de la bruma, vemos dos mesas de un café. En una, Jean (Vanesa Saba), una casi cuarentona y solitaria mujer, intenta acabar su plato a pesar de la mirada insistente del desconocido de la otra mesa. Suena el celular del último, no contesta. Ella toma la llamada y se da cuenta que él acaba de morir. A partir de allí surge una serie de enredos y digresiones metafísicas en clave cómica.
La protagonista, ingenua y bienintencionada, se involucra en la vida de Gordon (Óscar López Arias), que así se llama el difunto y que tenía negocios muy singulares. Desfilan una madre tiránica, una amante enamorada, una esposa frustrada y el hermano menos carismático, todos buscando reconciliarse con el fallecido.
Saba construye su papel con su habitual habilidad. Su torpeza – tanto física como de trato con los demás – crean hilarantes momentos. Las demás actuaciones también están a la altura de lo correcto. Pero quien se roba la atención es López Arias dando vida al alma en pena de un cínico de antología.
Otro punto a tomar en cuenta es cómo se ha sacado provecho de la escenografía móvil. En ese sentido, lo mejor son las diferentes visiones del mismo café de la escena inicial. Más allá de los aciertos de la dirección, existen algunos contados momentos en los que la historia decae. Más allá de eso, es una divertida alternativa como las que nos tiene acostumbrados Plan 9.
Ficha técnica
El celular de un hombre muerto de Sara Ruhl.
Dirigida por Giovanni Ciccia y David Carrillo.
Actúan Vanessa Saba, Óscar López Arias, Bertha Pancorvo, entre otros.
De jueves a domingo en el teatro Mario Vargas Llosa (avenida de la Poesía 160, San Borja) a las 20.00 horas. Entradas a 40 nuevos soles. Últimas funciones.
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