jueves, septiembre 16, 2010

Versos de amor y dolor


Está en librerías Morir es un arte, nueva entrega de la poeta Mariela Dreyfus. Conversamos con la autora sobre esta nueva entrega.
¿Cómo surge este poemario?
- Con la intención de recrear los temas que desde el principio había explorado en mi poesía: la relación entre la vida y la muerte, la permanencia y la fugacidad del amor, el cuerpo como centro de todo lo que sentimos y proyectamos, su anatomía, su fisiología y por supuesto, su caducidad. Quería que este diálogo conmigo misma me devolviese -25 años después- a Memorias de Electra, a la intensidad y el impacto experimentados cuando compuse esos primeros poemas.
Uno de los poemas que más me ha conmovido es “Sorber la vida”, en el que la maternidad y la conciencia de la muerte están presentes. ¿Qué motivó ese poema?
- El punto de partida es una emergencia médica que le ocurre a mi hijo recién nacido. Recuerdo que lo tenía en brazos chillando de dolor y escuchaba las voces de los otros tratando de consolarme; me sentía como una versión moderna de La Pietá pero no quería ser esa Pietá y me repetía tercamente que eso no me podía estar pasando, que no me podía pasar. Entonces recurrí al poema, para conjurar ese miedo a la muerte.
¿El tener hijos nos hace más conscientes de la muerte?
- Ribeyro dice en sus Prosas apátridas que “los hijos son nuestro mejor calendario”, ya que al crecer nos muestran el ineludible paso del tiempo. Pero además te obligan a estar atenta, a ser “un individuo responsable”, como dice Varela en un poema. Sabes que le pertenecen a la vida y que la vida tiene su complemento en la muerte pero eso no se puede aceptar. Por eso criamos a los hijos; por eso creamos los poemas: en un intento –ilusorio- por permanecer.
En “Aviso” contrapone al amor la asepsia. A lo largo del poemario se percibe esta relación entre el Eros y Tánatos.
- En Morir es un arte hay varios poemas en los que establezco una suerte de diálogo en clave con ese yo desenfadado de Memorias de Electra. Los versos iniciales de “Aviso” son la contraparte de los versos finales de “Cuadro”, ya que en ambos aludo al orden y al desorden del encuentro amoroso y de paso persisto en presentar a la pasión como ese punto de encuentro fugaz y culminante entre eros y tánatos.
En varias partes aludes a la salud o a la muerte de mujeres cercanas, familiares…
- Sí, pero también he escrito sobre la muerte de escritoras que admiro y que por tanto integran mi genealogía literaria: Alfonsina Storni, Sylvia Plath, Sarah Kane. Así es que el hospital tiene una cualidad metafórica en mi obra y la enfermera –siempre vestida de impecable blanco- es un personaje esencial.
El libro se lo dedicas a tu madre y tiene fotos de tu padre a tu familia.
- La editora lo imaginó como un álbum de familia; de ahí su formato cuadrado, el tono sepia del ángel de la carátula, las fotos de cada sección. Mi madre era una mujer con una gran intuición y sensibilidad. Gracias al talento de Podestá pude rendirle homenaje y además cumplir el sueño de publicar un libro-objeto a la manera surrealista o mejor dicho un “libro con propuesta visual”, como ella prefiere llamarlo.

(Foto Jorge Ochoa)

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