miércoles, noviembre 24, 2010

Canto subterráneo

En la década de 1990, mientras las radios locales transmitían pop, salsa o technocumbia, un puñado de personas se resistía a los gustos masivos y seguía fiel a un género surgido una década atrás: el rock subterráneo. Sobre este colectivo trata Incendiar la ciudad, novela de Julio Durán que se editó artesanalmente en el 2002 y que cuya versión más formal acaba de llegar a librerías junto con la selección de relatos La forma del mal.

El artista, cantante y guitarrista de Los Lanzallamas, cuenta que le atraía retratar esa movida de la que formó parte. Menciona que algo que le atrajo de la escena rockera subterránea era la percepción de ser parte de un grupo humano sin jerarquías. “”Me atraía la fuerza de la mancha, a pesar de no estar en los medios y ser pequeña”, agrega.


Guitarras callejeras
En los años en los que ambienta sus ficciones nacía la tercera hornada de bandas de rock subterráneo. El espíritu, aunque contestatario, ya no era igual al de la década anterior. Por eso Julio Durán persiguió en sus textos atrapar ese hálito rebelde que se estaba acabando. “Trato de dar un testimonio de esa época, en los primeros años de los 90”. Pero puntualiza que no trata de calcar la realidad ni ser exacto con los hechos que le inspiran.


Indica que la movida subterránea que conoció era un espacio donde no sólo se hacían conciertos. También se discutían de libros, se gozaba apreciando murales y otras manifestaciones artísticas y en la que los temas sociales eran recurrentemente abordados. Gracias a estas variopintas inquietudes es que Durán leyó a autores que, confiesa, fueron decisivos para que se animara a escribir. Uno de ellos, recalca, fue Jean Paul Sarte y su novela La nausea.


El artista adelanta que no quiere encasillarse. Planea para sus próximas entregas escribir textos sobre temas que atañen a la adultez, como la paternidad, el abandono y las relaciones de pareja.
Foto en las puertas del Averno, Quilca. Tomada de aquí

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