jueves, noviembre 18, 2010

Una biblioteca en llamas

Daniel, un relativamente joven coleccionista de libros, está internado en un manicomio por el asesinato de su esposa. Su amigo, Gustavo, después de tiempo y a insistencia del paciente, lo vuelve a frecuentar. La sombra de la sospecha de otro crimen vuelve a cubrirlo, y necesitará de la ayuda de su antiguo compañero de lecturas para sortearlas. Entre capítulo y capítulo se incluyen textos delirantes de Daniel que complementan la historia.

Existen dos temas importantes sobre los que gira esta trama en apariencia convencional: lo libresco y la violencia. Decimos libresco no sólo por la afición coleccionista de uno de los protagonistas, sino también porque las referencias literarias que abundan. Algunas en forma de citas textuales, otras moldeando episodios. Es difícil no ver a Daniel leyendo sus textos a los demás pacientes un reflejo de “El evangelio según san Marcos” de Borges, por ejemplo.

Los dos amigos son de un estrato social acomodado y poseen un perfil intelectual, características que no les salvan de darse de bruces con una realidad agresiva. Aunque hay un intento por referirse a hechos sangrientos más allá de nuestras fronteras, la que domina la acción es la violencia política que padecimos. Los rezagos de ésta van condicionando el comportamiento de Gustavo y Daniel y el de las personas que los rodean – la esposa, la paciente, el amigo marino, etc.

Hay que advertir que no se trata de un libro en clave realista. No hay una coincidencia milimétrica con los hechos de la guerra interna, por ejemplo, sin que eso impida describir la época de locura que sufrimos. La densidad sicológica de los personajes no es tampoco necesidad de esta ficción, sintiéndose cierta ambigüedad entre Daniel y Gustavo. Dicho sea de paso, se subraya esta ambigüedad teniendo un personaje tocayo del autor.

No obstante los aciertos de esta novela, también hay algunos reparos que hacerle. Ciertos episodios avanzan repitiendo información, haciendo lenta la lectura. Por ejemplo, la presentación de la hermana de Daniel y su gusto por singulares representaciones teatrales. Otro reparo mayor es el desenlace. Varias páginas antes del final, por los datos proporcionados, es muy sencillo responder el misterio que intriga a Gustavo, por lo que se prolonga innecesariamente. Detalles que no descalifican a El anticuario como un interesante debut en ficción.
Ficha técnica
El anticuario. Gustavo Faverón Patriau (Peisa).
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