El martes nuestro novelista más exitoso tuvo una tribuna inmejorable: la Academia Sueca. Los poco más de 50 minutos sirvieron para que Vargas Llosa mencionara a numerosos autores que lo han marcado. Como el apasionado a la lectura que es, ha recomendado títulos y nombres mientras hablaba de democracia, progreso y dictaduras. El primero de la lista fue Julio Verne. Y de allí no paró. Incluso tuvo la grandeza de incluir a Gabriel García Márquez, el otro Nobel latinoamericano con el que está distanciado desde hace décadas, y de referirse más de una vez a Jorge Luis Borges, el eterno candidato.
Sin embargo, de todo el largo recuento de escritores de todas las épocas que hizo el Nobel, fueron dos los nombres los que tuvieron un sabor especial para los lectores peruanos. Los compatriotas José María Arguedas* y César Vallejo, autores imprescindibles de nuestro canon, arribaron a la capital sueca de la mano del narrador arequipeño.
Aunque en su discurso hizo la salvedad de que no menciona a todos los que quería pues “si convocara a todos los autores a los que debo algo sus sombras nos sumirían en la oscuridad”, y es de suponer que entre estos obviados estén más peruanos, es significativo que haya escogido precisamente a estos dos. Y escogió bien.
No es temerario decir que al pensar en otros autores nacidos en estas tierras que, por la calidad de su obra, hubiera merecido el premio sueco, dos apellidos de consenso son Vallejo y Arguedas. En el espectro ideológico los dos no están cerca del Nobel peruano, lo que da mayor valor a su aparición en tan magnifico estrado.
El secretario de la Academia Sueca, Peter Englund, confesó hace poco que al Perú lo conoce sólo por los libros de Vargas Llosa. Un reflejo de la triste realidad. La presencia de nuestros libros más allá del mundo hispano, e incluso de nuestras fronteras, es reducida. Arguedas, Vallejo y tantos otros no han tenido la difusión que se merecían. Al haber introducido a estos colegas y connacionales suyos en el discurso más importante que le ha tocado dar, Vargas Llosa ha puesto los reflectores sobre nuestra tradición literaria. Es de esperar que potenciales lectores de distintos rincones del mundo hayan tomado nota y se animen a introducirse en las páginas de Trilce o de Todas las sangres.
*Una curiosidad. Mi colega Pedro Escribano, días después del discurso ante la Academia Sueca, le sacó unas expresiones a Vargas Llosa apoyando la declaración del 2011 como Año de José María Arguedas.
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