Gil (Owen Wilson) es un guionista exitoso de Hollywood, pero dejaría todo por dedicarse a escribir en la ciudad de sus sueños: París. Pero su pasión por la capital francesa no la comparte su prometida (Rachel McAdams), con quien está de visita en esta urbe europea. Incomprendido, realiza caminatas al filo de la medianoche que lo transportan al París de 1920. Empieza una doble vida en la que, durante el día, verá su noviazgo irse a pique, mientras que en la madrugada será compañero de bohemia de Hemingway, Dalí y Cole Porter, entre otros.
Un argumento que recuerda a cintas dirigidas o escritas por Allen en que se juega con lo fantástico como La rosa púrpura del Cairo – en la que un galán escapa de la pantalla – o Sueños de seductor – en la que Humphrey Bogart se vuelve el guía del protagonista. Como en esas entregas, se presenta el conflicto entre un mundo idealizado con la convencional realidad.
Owen construye un personaje que emula al Woody Allen de tantas cintas, con tics y manías. No lo hace mal. Acierta el director en caricaturizar a los personajes “famosos” con los que se cruza su protagonista y evitar la reverencia hacia estos.
Algunos críticos se apresuran en señalar esta obra como prueba de la decadencia del cineasta neoyorquino. Aunque la cinta no se encuentre entre sus mejores, esto no significa mucho para un director tan prolífico y que ha sabido mantener un buen nivel en su larga carrera.
Además, deja varias escenas memorables como las bravuconadas de Hemingway o el argumento de un clásico de Buñuel ideado por un mediocre guionista. Lo mejor: los consejos de tres surrealistas a un atribulado enamorado del siglo XXI.
Ficha técnica
Medianoche en París de Woody Allen
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