Está en librerías el nuevo libro de Bili Sánchez, Enrique. El poeta, surgido a fines de la
década de 1990, vive entre Barcelona y Lima combinando su dedicación a la
orfebrería con la literatura. Conversamos con él sobre esta nueva
entrega.
¿Cómo nació el dedicarle un poemario a su
padre?
- Cayó por defecto. Mi tercer poemario, Rosario, está dedicado a mi madre, y
creo que mi papá estaba un poco picón. Pero más allá de eso, en ese libro hablo
sobre lo que es para mí la poesía, es mi arte poética. Pero cuando viajo a
Barcelona a estudiar a inicios de la década pasada, empiezo a escribir sobre mi
papá, cómo lo extrañaba y el miedo que tenía a su muerte.
Plantea su libro como el transcurso de un día.
Estudié joyería artística, luego de graduarme de
filosofía, porque mi padre es orfebre. De una manera pensé que heredar el
oficio, era una forma de vencer a la muerte. De allí empiezo a trabajar la
imagen de mi padre como la de un sol que está en el atardecer. El libro
transcurre desde un amanecer hasta la noche. Mi papá es el Taita Inti, el sol
alrededor de quien gira todo.
Su segundo poema inicia con "Libro del sol", título del
único libro que llegara a publicar Josemari Recalde, autor de su generación y
que también era padre.
- Cuando puse esa frase recordaba muchas cosas que
conversábamos con nuestro amigo entre botellas. Josemari tenía tatuado el sol en
el pecho. No sé si es un homenaje, pues el libro está cargado de muchos
referentes. Está Eielson, Luchito Hernández, etc. Hilado entre todos, está mi
viejo.
Se dice que escribir es reescribir lo de
otros.
- Completamente. No somos más que un espejito que refleja
una luz que viene de hace tiempo.
Usted hace joyas y videoarte. En algún momento incursionó
en la actuación, además de estudiar filosofía. ¿En qué momento nace la
poesía?
- Cuando hago joyas, no sé por qué pero estoy pensando en
poemas. En general, tomo mi micro y ya pienso en poemas. Hay un momento en que
escribo una frase, que me lleva a otra, y así. En verdad, un proyecto me lleva a
otro. Para mis libros me hago una estructura, que viene de mi formación en
filosofía, sobre qué quiero contar en cada obra. Busco los poemas antiguos que
sirvan para ese fin o produzco para ese objetivo en concreto. Llega un momento
que escribo como un poseso, pero luego lo dejo enfriar. No tengo la ambición de publicar cada año. Felizmente la
poesía no se vende. Es una ventaja que sea así. No hay presión del mercado.
Disfruto mucho de escribir.
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