domingo, septiembre 04, 2011

El rey León, una película fascista

Sí, El rey León, una película fascista. Ese fue lo que comenté, medio en broma, medio en serio, a mi amigo Lucho Aguirre ante la posibilidad de que mi incursión al cine con mi hija Iris tenga como fin ver ese filme de Disney. Y, como buen agorero que soy, eso fue lo que terminé viendo.


Algo que descubrí al ser padre es la poca variedad de títulos para niños que existe en la cartelera local. Por lo general, son dos opciones por establecimiento. A veces menos. Ese fue mi caso este sábado en la taquilla del cine El Pacífico (1), en la que sin proponérmelo terminé viendo las historias de Simba en 3D.

Un aspecto negativo del corto menú cinemero infantil es que las alternativas están dominadas por esas producciones en las que se gasta mucho esfuerzo y dinero en la campaña de promoción, creando la necesidad de ir a ver la cinta y comprar sus chucherías varias (2). Yo evito consumir ese tipo de película, y de paso, también la protejo en la medida de lo posible a mi enana. No es que todos esos filmes sean malos, sino simplemente que no me agrada que la publicidad me diga qué hacer.


Cuando estrenaron El rey León, allá en el lejano 1994, no fui al cine a verla sino a otra película que encaja con la descripción que doy en el anterior párrafo: Los Picapiedras. Hice una larga cola, paralela a la que se hacía para El rey León, empujado por mi hermana y unas primas queridas, para comprar mi entrada a esa adaptación de la serie animada en la que lo más memorable es la versión de B52 del tema musical y la participación de Elizabeth Taylor en una de sus últimas apariciones en la pantalla grande, y poca cosa más.


Sea como fuere, durante los 90 creció un aura alrededor de las cuitas de Simba y compañía. Hasta algún homenaje – o burla, que es lo mismo – de parte de Los Simpson recibió. No me quité la espina hasta que la pude ver y… la verdad que no me emocionó.


El sábado volví a cruzarme con el filme de marras. Era en 3D, un espectáculo visual nuevo para mi bebe. Un poco a regañadientes, decidí darle una nueva oportunidad a este dramón africano. A mi hija le gustó el show, pero a mí siguió sin convencerme.


Me explico. Las películas de la factoría Disney pueden tener un gran acabado, pero hay algo en su propuesta estética que no me engancha. Por ejemplo, los números musicales que ponen en muchas de sus títulos en general los siento sosos. En esta cinta en particular, salvo el Hakuna matata, no se salva uno. Pero a estos detalles que pueden ser subjetivos, se añade otro: cierta suspicacia hacia la carga ideológica de esta historia. Puede que el contrabando ideológico no sea adrede, pero allí está.


Buceando por la red veo que no soy el único al que le ha dejado un sinsabor la película. Haciendo memoria, creo que hasta Slavoj Sisek ha escrito algo al respecto, pero pueda que me esté pajareando con este último dato. Mi crítica principal, que leo no es solitaria, es que se inculca la idea de que hay quien nace para mandar y quien para obedecer.


Hace mal Scar, el tío de Simba, en rebelarse contra su destino y buscar ser rey. Hacen mal también sus aliadas, las hienas, por entrar en el rico dominio de los leones, y no conformarse con sobrevivir en las áridas zonas a las que han sido desterradas. Al final, se impone la idea de que el más fuerte y que sepa mejor pelear – no el más inteligente, no el más justo – es quien merece gobernar. Obviamente, eso ya está decidido desde la cuna. O sea, nada de méritos propios, o cosa que se le parezca. Claro que otra lectura más inocente es ver en las cuitas de estos animalitos una reflexión sobre el difícil trance de volverse adulto y asumir más responsabilidades.


Al regresar del cine recuerdo que por chat bromee, en verdad bromee, a mi pata Lucho con que la melena rubia de Simba y demás leones, el grupo dominante, era un indicativo de por dónde iban las balas. Mientras tanto, yo estoy haciendo votos para que el próximo fin de semana que me toque llevar a mi hija Iris al cine tenga más opciones para escoger que Los Pitufos. Porque, vamos, sobre la raigambre comunista de estos enanitos azules ya se ha escrito suficiente.


(1) Una pequeña digresión personal. Quería mostrarle a mi enana un cine al que iba su papá de chico. Yo sé que con sus continuas refracciones ya no es el mismo, pero tampoco quedan muchas otras opciones. A menos que la lleve a una sala convertida en tragamonedas o iglesia cristiana. Debo estar viejo.


(2) Esta temporada un ejemplo de una cinta así es Los Pitufos. La veré, supongo, dentro de un tiempo. Cuando el agobio de la campaña mediática mengüe y la pueda apreciar sin tanto prejuicio.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

eres un poco tonto tío, no dire nada más,
aunque digas que no te gusta, tú y todos acabamos haciendo de manera u otra lo que dice la publicidad( nadie se escapa)

supongo k no habras visto bien la película... deja k te diga algo sobre tu mención a lo k gana el más fuerte y no el más inteligente.... ejem
scar no lucha con su hermano Mufasa le prepara una trampa, eso significa que es más listo,y es precisamente el k se keda kn el trono y sí tiene un mérito personal maquinar un plan para conseguir lo que quieres( visto desde el punto de vista de scar con respecto a tu comentario)
Por lo demás.... bah!
que seas feliz con tus criaturas! ;P

Tanque de Casma dijo...

Bonita forma de comenzar un comentario, llamando poco tonto del saque. Pero bueno, vamos a lo que dices de la pela.

Claro, Scar es más astuto que su hermano, pero al final es castigado por rebelarse. A eso iba. El que triunfa no es el que maquina una gran venganza, sino el más fuerte y que había nacido para ser rey. ¿Cuál es el mérito de Simba, aparte de ser el hijo de su papá? En fin. Podemos argumentar por horas.

Gracias por desearme felicidad con mis enanas y por leerm. Un abrazo.