domingo, septiembre 29, 2024

Malas decisiones ponen en peligro nuestro patrimonio cultural


Esta semana, la noticia del traslado de material del Archivo General de la Nación a un espacio que los especialistas consideran no adecuado para su preservación es la que ha alertado a muchos intelectuales.

Pero este problema ya se viene arrastrando desde hace buen tiempo.

Se sabía de la necesidad de un lugar donde atesorar, con todos los cuidados necesarios, estos documentos que son nuestra memoria.

Pero observamos que de un tiempo a esta parte los recursos dados al ministerio de Cultura se han dispuestos a gastos no necesariamente urgentes como la conservación de documentación de siglos de antigüedad.

Pienso en concreto en el Museo Nacional del Perú, conocido coloquialmente como MUNA.

Este museo se gestó en el gobierno de Humala, el mismo que nos embarcó en la Refinería de Talara, lo que es más que una coincidencia. 

Es, según varios de los ministros de Cultura que estuvieron a cargo de su construcción, la obra hecha para este sector más ambiciosa y más cara que se haya realizado en el Perú.

Hubo algunos cambios en su ejecución. Se aumentó el presupuesto, se descartó un piso, y varios hechos más.

La idea era dotar al país de un, como su nombre lo indica, "Museo Nacional".

Lo interesante es que para crear este "Museo Nacional", se obvió la existencia del "Museo de la Nación" y se le pasó a mejor vida.

El Museo de la Nación fue una iniciativa del primer gobierno de Alan García para usar la faraónica sede del antiguo Ministerio de Pesquería. 

Es hasta la fecha el museo más grande que ha tenido el país, contando con cuatro plantas dedicadas a contar nuestra historia.

Pero se prefirió hacer otra obra faraónica en Lurín, frente al recién remozado Museo de Sitio de Pachacamac. 

Entre 400 y 600 millones de soles fue a parar al MUNA, dependiendo de la fuente que se consulte y la forma de hacer los cálculos.

Mientras, otros asuntos urgentes como la construcción de una sede para el Archivo de la Nación fue postergado.

Ahora vemos a las actuales autoridades tratar de solucionar un problema que se veía venir hace años, y para el que no se destinó por años el presupuesto requerido. 

Y el MUNA, como cruel broma del destino, aún no funciona al cien por ciento. No se han trasladado a su local el rico acervo de piezas arqueológicas e históricas que conserva el Ministerio de Cultura, por ejemplo.

Existía el Museo de la Nación pero quisieron Museo Nacional. Y en el camino, no hubo decisión o mirada de largo plazo para hacer un Archivo de la Nación.

Pero no es solo ese caso. Hay más.

Hace unas semanas varios incendios puso en jaque diversos sitios arqueológicos, sin saberse aún cuánto han sido dañados.

Uno de los sitios arqueológicos más emblemáticos es el de Kuélap. 

Se difundió la adquisición de un cortafuegos que pondría a salvo esta fortaleza de la época Chachapoyas.

La pregunta sería, ¿cuántos sitios arqueológicos tienen sistema cortafuegos y están operativos?

No olvidemos que Kuélap cuenta con un teleférico. Aunque esta obra la ejecutó el Ministerio de Comercio Exterior y Turismo, cabe cuestionarse si no era más conveniente invertir en cuidar la edificación prehispánica que el crear este servicio.

Al fin y al cabo, lo valioso es Kuélap, y no treparse en un teleférico, como el que algunos avispados ya están promoviendo para otros sitios arqueológicos de difícil acceso. Dicho sea de paso, el teleférico se inició a construir en el gobierno conyugal que nos endosó la Refinería de Talara y el MUNA. 

Y, otra broma más del destino, no invertir en prevención en Kuélap, o no hacerlo de forma efectiva, está significando su parcial colapso que


esperemos se solucione pronto.

El mal mantenimiento del sistema de drenaje de Kuélap ha hecho que parte de su muralla caiga y ponga en riesgo el resto de la estructura.

El problema del almacenamiento del Archivo General de la Nación es, lastimosamente, una continuación de malas decisiones y corta visión de los que han estado a cargo del Ministerio de Cultura. 

A ello le podemos sumar la falta de cinemateca, en donde almacenar el patrimonio fílmico de la Nación, por mencionar una tarea pendiente que no está en la coyuntura.

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lunes, septiembre 02, 2024

El militar bueno: una reivindicación inesperada en la película Tatuajes en la memoria de Lucho Llosa

Tatuajes en la memoria es la versión cinematográfica de Memorias de un soldado desconocido de Lurgio Gavilán, dirigida por Lucho Llosa y que está en estos días en cartelera.

La historia, como muchos recordarán, es cómo un niño, el propio Gavilán, se enrola en Sendero Luminoso para seguir a su hermano. Y cómo, tiempo después, es salvado de ser ajusticiado por ronderos por un oficial del Ejército del Perú. 

Luego, ese niño ya adolescente sirve al país como soldado, y más tarde, se vuelve sacerdote. 

Me ha sorprendido - o tal vez no tanto - la reacción negativa que ha generado en algunos comentaristas habituales de cine.

Entiendo, y comparto, algunos reparos formales: detalles como el nudo inmóvil de una horca, una que otra actuación que no encaja con el tono de las demás, problemas con la cronología de la narración.

Incluso, las contadas veces que se usa la voz en off me parece innecesaria.

Pero lo que se aprecia en la sala de cine es una película de buena factura, que juega con los tiempos. 

El protagonista, mostrado como un joven, viaja a su pueblo natal y no puede dejar de recordar. El relato está sazonado de flashbacks que se repiten una y otra vez. Incluso, lo primero que sabemos del protagonista, es una pesadilla con imágenes cortas y sangrientas de su experiencia.

Pero no creo que sean estos detalles los que molesten a los habituales cinemeros, sino un motivo que casi no es cinematográfico, sino ideológico: la aparición del militar bueno.

Shogún, el héroe incómodo

Quienes han leído el libro o han visto la película recordarán al teniente Shogún, ese oficial anónimo que salvó la vida a un niño metido de terrorista.

No quiero spoilear más la película para que cada quién saque sus propias conclusiones.

Sin embargo, creo que la clave de la historia está en la primera charla que tiene Shogún con el menor levado por los senderistas.

En esa conversación, casi un monólogo, dice unas cuantas frases que nos dan otra perspectiva de la época de la violencia terrorista, que algunos se empecina en llamar "conflicto armado interno".

El oficial dice que ninguna de esas muertes violentas que vio el pequeño Lurgio hubieran sucedido si Sendero Luminoso no se levantaba, y que no habían conseguido nada.

En su casi monólogo, Shogún agrega que personas como el niño al que le está hablando son en realidad víctimas engañadas.

Esa descripción de los hechos, en las que se subraya la culpa de Sendero Luminoso en el baño de sangre al que nos empujó, es muy poco frecuente en la cinematografía peruana. 

Hago memoria y recuerdo Vidas paralelas de Rocío Lladó. También sufrió críticas feroces en su momento por dar una versión favorable a las Fuerzas Armadas. Y también es cierto que tenía algunas fallas en la puesta en escena, fallas que no tiene Tatuajes en la memoria.

Después, no recuerdo retratos de militares que se hayan comportado con rectitud en zonas de emergencia. Siempre tenían una mancha, por lo menos.

Sobre policías tenemos La hora final de Eduardo Mendoza, basada en el libro de Carlos Paredes sobre la captura de Abimael Guzmán o el documental Con el alma en vilo de Luis Enrique Cam sobre desactivadores de bombas.

Pero de militares, que hayan luchado dentro de la legalidad contra la subversión, no se me viene un nombre más de película que llegara a estreno comercial a la mente.

Tal vez se me ha pasado algún título. Pero igual, el "militar bueno" es el caso marginal de nuestra filmografía.

Y no porque no haya existido en la vida real - el caso de Shogún es un ejemplo - sino por otras motivaciones.

Vale recordar que esta película fue rechazada cuatro veces de recibir los estímulos económicos que concede el Estado para promocionar el cine nacional. Y con guion de Mario Vargas Llosa, en la que tal vez sea su última obra de ficción. 

Estímulos que sí se concedieron para hacer una apología, casi hagiografía, de un militar: el tirano Juan Velasco Alvarado. 

Habría que replantear cómo se conceden estos estímulos, rotar más a los jurados y que estos representen diferentes formas de pensar, para que las películas apoyadas no sean una cancina repetición de prejuicios.

Sea como fuere, allí nos dejó Lucho Llosa el retrato de Shogún, en recuerdo de aquellos militares correctos e idealistas que combatieron a esas hordas cobardes, fanáticas y sanguinarias de Sendero Luminoso y MRTA.





miércoles, agosto 07, 2024

Rechazan cuatro veces guion de Mario Vargas Llosa o no hay plata para tanta gente


Dentro de poco llegará a las salas de cine "Tatuajes en la memoria", proyecto personal de Lucho Llosa.

El largometraje es una adaptación libre de "Memorias de un soldado desconocido" de Lurgio Gavilán y cuenta con el guion de Mario Vargas Llosa.

En las entrevistas que ha dado el cineasta sobre la película ha mencionado un hecho que ha pasado desapercibido: su proyecto postuló a los incentivos que da el Estado en cuatro oportunidades y no fue aceptado.

El director lo ha tomado deportivamente y se preocupa de resaltar otros aspectos de la película. 

Sin embargo, llama la atención el rechazo de financiación a esta película.

Mucho se ha hablado sobre la ley de cine, asegurándose que sin los estímulos no habría posibilidad de conocer diferentes puntos de vista de la realidad nacional y otros argumentos similares.

Pero la realidad es que desde hace buen tiempo estos fondos han servido, cuando se trata de filmes de la época del terrorismo, a privilegiar una visión de cierta izquierda.

Se ha esgrimido que otros sectores no se han interesado en el tema, lo que no es exacto.

No importan los hechos, sino quien los cuente

La historia de Lurgio Gavilán es la de un niño de un pueblo de Ayacucho que, por seguir a su hermano, se enrola en Sendero Luminoso. Luego, un oficial del Ejército le salva la vida y termina de recluta.

La experiencia de Gavilán, actualmente catedrático universitario, es una fuente de primera mano sobre esos aciagos años. 

Es un lujo que Vargas Llosa adapte esas azarosas vivencias. Sin embargo, en cuatro ocasiones jurados diferentes le han dicho no a otorgar financiación del Estado a "Tatuajes en la memoria".


Lucho Llosa, por otra parte, no es un recién llegado al mundo del cine. Ha dirigido producciones de Hollywood y ha sido parte de varios proyectos audiovisuales. Más allá que a uno le guste o no lo que ha hecho, no se le puede negar experiencia.

Visto en frío, sin conocer al detalle el proyecto, parecería el tipo de película para la que se crearon los fondos públicos para el cine. Pero no, no es así.

Hay un detalle que no se puede obviar: Vargas Llosa es de derecha liberal. Yo no comparto su posición ideológica - soy de izquierda democrática, militante aprista para más señas - pero no puedo negar su talento.

Y creo que por allí va la razón de esta reiterada negativa. 

Hace unos meses hubo una polémica entre el periodista Francisco de Piérola y el cineasta Joel Calero por la subvención que recibió el segundo por su película "La piel más temida".

La trama del filme, resumida, es sobre una hija de un terrorista de Sendero Luminoso, criada en Suecia, que regresa al Perú y conoce a su familia paterna.

El debate que suscitó es una muestra de lo sensible que aún somos para hablar sobre esa época de violencia y lo difícil de escuchar posiciones contrarias.

En ese contexto, hasta le cae el veto al único premio Nobel que tenemos por no ser afín a esa izquierda que quiere monopolizar la "narrativa" sobre lo que llama el "conflicto armado interno". 

Por suerte, Lucho Llosa se las ha ingeniado para sacar adelante su película. Puede ser buena, mala o regular, pero no le ha costado un sol a los peruanos. 

domingo, junio 02, 2024

La censura al cine peruano o películas que generen divisas


Este lunes 3 de junio se ha convocado a un plantón frente al Ministerio de Cultura por parte de varios colectivos relacionados al audiovisual bajo el lema #NoALaCensuraNoALaDictadura y otros de ese tipo.
Luis Pardo, primer largometraje peruano que se conoce.
No voy a ir, no estoy de acuerdo con su planteamiento.

Pero para los que quieran, allí está la publicidad del evento.

La lógica de esta manifestación es que se están planteando cambios en la ley de cine, lo que significaría que se variarían las reglas de para acceder a los estímulos económicos que concede el ministerio de Cultura.

Según los convocantes, esto significaría una censura al cine peruano. ¿Pero es esto cierto?

Problemas de distribución
Se me vienen a la mente dos películas que han tenido dificultades para proyectarse. Una es El espacio entre las cosas  (2013) de Raúl del Busto, una formidable cinta experimental, tuvo un impasse con la cadena que le había aceptado proyectarla por poca asistencia. No querían cumplir el acuerdo de pasarla una semana. El lío que se generó en medios resultó paradójicamente beneficioso porque acogieron el título en otra cadena y tuvo más tiempo de exposición. 

Un par de años antes, Las malas intenciones (2011), de Rosario García-Montero, tuvo un problema parecido. Su ópera prima tuvo acogida, pero competía con filmes del extranjero que tenían más recepción. Así que le comenzaron a quitar salas. Otra vez, por el escándalo, se revirtió la situación.

En ambos casos podemos hablar de problemas con las cadenas de cine y su posición de poder. Pero no calzan con los postulados del plantón de mañana. 

La actual ley de cine, me parece, ya cumplió su ciclo. Si revisamos a los beneficiarios de los estímulos económicos que concede el Estado descubrimos que hay varios nombres que se repiten. 

El economista Hans Rothgiesser ha analizado el tema y relata que los más favorecidos son un grupo reducido que suele - o solía - acceder a estos fondos. No son malos directores, pero sí son los beneficiados frecuentes.


 Cine sin apoyo
Lo que se reclama son los fondos estatales para la producción de películas. El andador para que aprenda a caminar una industria creativa. Pero... ¿son películas para el público de festivales, solo para el Perú, de exportación?

El puneño Flaviano Quispe estrenó en 2004 El Huerfanito. Cuando conversé con Emilio Bustamante sobre su libro Las miradas múltiples. El cine regional peruano - escrito junto a Jaime Luna Victoria - me contaba que era la primera película peruana de la que tenía noticias se haya hecho un remake en otro país (Bolivia).

Allí hay un filón que se debería explotar. Como ha sugerido varias veces Hernán Garrido Lecca, lo interesante es que el cine, así como los videojuegos, la literatura, las teleseries, sean en el Perú industrias que generen divisas, tal como sucedió en su momento con el clásico de Flaviano Quispe

Ahora que se debaten cambios en la ley de cine, se debería plantear metas medibles. Llevar los productos culturales a nuevos mercados y volver autosostenible la actividad de cineastas y productores. 

Sé la objeción que harán a lo que planteo. Que se debe premiar con ciertos criterios como la paridad de género o el uso de lenguas nativas. Curiosamente, es mujer la directora que ha logrado el máximo galardón en el cine para el Perú y también lo es la directora más exitosa comercialmente: Claudia Llosa con su triunfo en la Berlinale y Ani Alva Helfer con sus numerosas obras taquilleras. 

Es más, varias películas en aymara y quechua han tenido buen desempeño. Willaq Pirqa, el cine de mi pueblo, de César Galindo, fue toda una sorpresa en la lengua de los Incas entre fines de 2022 e inicios de 2023. O la corta y muy lograda cinematografía en aymara de Oscar Catacora, fallecido muy tempranamente.

Política y pantalla
Una crítica constante es el sesgo político de muchos de los ganadores de los estímulos. Lo ideal es que haya más variados criterios para escoger los proyectos ganadores. Largometrajes de ficción y documentales sobre personajes de cierto espectro ideológico izquierdista hay varias, y todas laudatorias: al dictador Velasco Alvarado, al guerrillero Hugo Blanco, al poeta metido a guerrillero Javier Heraud (por partida doble) y más.  

¿Cuántas películas dedicadas a la época del terrorismo - mal llamado conflicto armado interno - se han realizado con fondos del Estado? Y pregunto, ¿en cuantas han abordado la muerte de militantes apristas por parte de Sendero Luminoso y MRTA, el partido más golpeado por su violencia? ¿O las familias destrozadas por atentados a militares, policías u autoridades y funcionarios civiles?

Por allí encontrarán alguna, si es que hay, pero no es la norma.

Los documentales Desde el lado del corazón y Rojo Profundo, sobre personajes de izquierda legal contaron con apoyo del Estado. ¿Por qué no se le concedió el mismo trato al proyecto de documental sobre Pedro Beltrán, por ejemplo?.

Lo que entra por los ojos, se graba en la memoria. Podemos ser demócratas, pero no aspirar a una democracia boba, que deja que cambien nuestra historia, y además, con nuestros impuestos. Pedir que respeten los ideales democráticos para recibir dinero del Estado no es censura.

¿Saben por qué no es censura? Porque se puede hacer cine en el Perú exitosamente sin necesidad del dinero del Estado. ¿Quiere alabar a un dictador? Hazlo con tu dinero. ¿A un asesino de policías como Hugo Blanco? Hazlo con tu dinero. No hay censura en eso. El Estado no tiene porqué financiar propaganda de enemigos de la democracia.  

La discusión es larga, y no termina acá. Sería bueno bajar las tensiones y proponer ideas. 

(Pongo para graficar este post una imagen de Luis Pardo, el largometraje peruano más antiguo que se conoce. Me parece bien que se invierta en recuperar nuestro patrimonio fílmico. Es parte del deber del Estado. No el financiar propaganda política disfrazada de película)