Acabo de ver el montaje que ha hecho Teatro del Horizonte de Ojos bonitos, cuadros
feos de Mario Vargas Llosa en la sala del Cafae-SE. Un montaje austero y correcto
que este domingo deja Lima para ir a una gira por provincias. Su punto más alto
es el cínico crítico de arte que interpreta Reynaldo Arenas. Pero no es la
puesta en escena, con sus aciertos y fallos, de la que quiero hablar, sino la
misma historia escrita por el Nobel que me ha dejado algunas interrogantes. (1)
La obra gira alrededor del encuentro del novio de una
artista con un crítico de arte. El galán, marino de profesión, quiere vengar la
afrenta que cometió el comentarista al publicar un artículo lapidario sobre la
única muestra de su amada, nota periodística que, según el enamorado empujó a
la chica al suicidio.
Yo no tuve la suerte de ver la primera puesta en escena de
esta obra, a mediados de los noventa, por lo que no sé si en ese entonces
también se cargaron las tintas en el reproche hacia el crítico despiadado. Pero
por lo que recuerdo de mi lectura del texto, publicado hace unos años, era una
de las opciones válidas que daba la obra.
Lo que me causó cierta intriga es lo que parece sugerir la
obra sobre el papel del crítico. Me explico. El novio de la pintora suicida se
siente con la suficiente autoridad de confrontar, e incluso humillar, al cruel guía
del buen gusto limeño. Aunque al final se da a entender que ni uno ni el otro
sale victorioso del encuentro, lo que se ve en escena es que el crítico es
ridiculizado por la fuerza del vengador de la aspirante a artista. Sus ironías
finales no limpian mucho la situación.
¿Qué es lo que se le reprocha al comentarista de arte? ¿El
no haber considerado, como se dice en algún momento, todo el esfuerzo que le
demandó a la joven preparar la exposición que demolió en unas cuantas líneas?
El crítico no da la impresión de haber actuado particularmente severo con la
chica. Más bien, confiesa actuar severo con todos los jóvenes. Digamos que no
da pistas de medir con diferente vara a los artistas. Es, en cierta forma,
ético, más allá de la antipatía que se le pueda tener y aunque peque algo de
mala leche.
Sé que una obra puede terminar diciendo y defendiendo
ideas totalmente distintas a las que el autor suscribe. En este caso en
especial, me hizo recordar las varias veces que Vargas Llosa ha alabado el
papel de los críticos. El Nobel ha recordado cómo más de uno le ha ayudado a
entender mejor su obra. El trabajo del escritor termina cuando da su obra a
imprenta, y que de interpretar el texto se encarguen los lectores, ha dicho de
una u otra forma innumerables veces. Pero hago memoria y no recuerdo alguna
crítica negativa de su obra que él diga que le sirvió o que le parece valiosa.
Tal vez me equivoque, y algún memorioso me corrija.
Pero volviendo a la obra de teatro en cuestión, la sensación
que me dejó es que postula que un crítico tiene que tener tacto a la hora de
escribir sus reseñas, no vaya a herir las susceptibilidades del artista. Como
rezaba esa canción de la Polla Record, “tuyo es el poder, tuyo es el espacio en
el papel”. El crítico tiene una responsabilidad, estoy de acuerdo, pero no en
el sentido en el que parece sugerir la obra de Vargas Llosa. Es cierto que, al
final, se atempera la responsabilidad del crítico en el suicidio de la pintora –
el miedo al matrimonio y a la vida burguesa, antes que la crítica, serían el
motor de la decisión de quitarse la vida – pero sigue habiendo un reproche
hacia el comentarista que no repara en los sentimientos de los creadores. Para
mí, ese reproche está mal encaminado.
Guardando ciertas formas, un crítico puede y debe decir si
una obra le parece mal, bien, regular, extraordinaria o simplemente no le
provoca nada. Explicando por qué de su opinión, claro. Es lo que creo. Si no lo hace, está mintiendo. Y un artista debe
saber que no todos le aplaudirán cuando haga algo. No es motivo para abandonar
una vocación. Y si lo hace, es que tal vez no es su vocación. Imagínense lo
que hubiera sido Chris Ofili y su caca
de elefante de hacerle caso a cierto artículo lapidante de… Vargas Llosa.
(1) Si no conoce la trama y quiere mantener el misterio, le recomiendo dejar de leer acá. Pero si no tiene ese reparo, o ya conoce la historia, entonces, adelante.
(La segunda imagen corresponde a una muestra de Chris Ofili tomada de la web de The Guardian)
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