miércoles, agosto 30, 2023

La impunidad de los cobardes


Entierro de víctimas de Sendero en comunidad de Soras

Hace algo más de 20 años se formó la Comisión de la Verdad (CVR), a la que después se le añadió el apellido de "y Reconciliación".

La idea era, como entendió un grueso de la población, dar luces sobre los años del terrorismo, en las que Sendero Luminoso y el MRTA cometieron atroces violaciones de los derechos humanos y buscaron amedrentar a la ciudadanía que no compartía su forma de pensar.

Su Informe Final - del cual hay una versión abreviada y otra extendida - debía ayudarnos a reconciliarnos entre peruanos. Al menos esa era la propaganda que tenía.

Se acaban de celebrar 20 años de la entrega pública de ese documento, y lo que se constata es que no se lograron sus premisas.

Un miserable que trabajó para la CVR se ha permitido sugerir que una dolorosa muerte para el Partido Aprista, la del c. Rodrigo Franco, fue perpetrada por sus propios compañeros. 

Él sabe, como todos los que conocen el caso, que fue Sendero Luminoso, pero más réditos da repetir infamias. 

Que revise el informe en el que dice que trabajó - o al menos cobró por decir que trabajaba en él - y se dará cuenta cómo la Policía señaló y capturó a los aparentes culpables - todos relacionados con Sendero Luminoso - pero que fueron condenados por otros motivos, menos el del asesinato del joven dirigente aprista. Un crimen impune.

Pero no es la única persona que ha tomado la ocasión como oportunidad para descalificar al adversario, al que no toma a la CVR como Santa Palabra. Un funcionario estatal ha inventado la versión de que a los apristas nos mataron entre 1985 y 1990 como venganza por el develamiento del motín de los penales de 1986. 

Siendo historiador, olvida los incontables martirologios que sufrió el Partido del Pueblo en manos de los cobardes terroristas. Viene a mi mente los casos de los alcaldes de Tingo María y Aucayacu, producidas en 1984.

El fraseo que usa también se presta para la confusión. Algunos lo han interpretado como una justificación del sistemático aniquilamiento que padecieron los militantes y líderes del Partido Aprista. Yo en ese punto quiero darle el beneficio de la duda. No supo expresarse, espero.

Ataques y descalificaciones hacia quienes tienen reparos con la CVR hubo en estos días muchos más. Y la reconciliación no asomó para nada.

Yo quiero hacer el ejercicio inverso al de ellos, cerrados en su dogmatismo. Hay un texto de Rafael Salgado publicado en la semana al que quiero contestar.

Para quienes no lo conocen, él es hijo de un emerretista muerto en extrañas circunstancias en 1993. No lo digo para estigmatizarlo, él ya lo ha contado en varias ocasiones y tiene un libro testimonial al respecto.

Él habla sobre el terruqueo como una mancha que le ha perjudicado su vida. Solo puedo decir que el pecado de los padres no hace pecadores a los hijos y su descendencia. 

Sobre cómo relaciona los años del terrorismo con la fragilidad del actual gobierno y lo que él llama régimen neoliberal no me voy a pronunciar, pues creo que no ha hilado con claridad sus ideas.

Pero lo que sí quiero tomar de su texto es la idea de impunidad. Él se refiere al caso de su padre, pero el concepto va más allá.

En el documental 1214 No tememos a los cobardes, que dirigí con Hernán Hurtado y produjo Hernán Garrido Lecca, una constante de los entrevistados, deudos de apristas asesinados por Sendero, es que no se condenó a los actores materiales.

Eso se repite en la segunda parte que estoy dirigiendo en solitario y con la producción de Garrido Lecca. Más de 30 años y no saben quiénes fueron los que apretaron el gatillo. Sí, impunidad.

Un abogado dedicado a litigar este tipo de temas twitteo que gracias a la CVR se había condenado a los culpables de las masacres de Barrios Altos y La Cantuta. 

Le respondo que igual empeño hubieran puesto en las matanzas de Soras, Lucanamarca o Las Gardenias, ejecutadas por Sendero Luminoso y MRTA. 

Salió por la tangente, que Abimael y su cúpula estaban condenados por Lucanamarca. 

No, así no. ¿Quiénes dispararon, degollaron, se ensañaron con esos crímenes? Eso queremos saber.

Sobre Barrios Altos y La Cantuta no se limitaron a Fujimori y Montesinos, se procesó a toda la cadena de mando, o lo que se pudo saber de ella.

¿En todos estos años no han podido dar con los asesinos de Marcial Capelletti, padre de mi amigo Andrés? Los asesinos lo ajusticiaron a plena luz del día, en una clase en la Universidad Nacional San Cristobal de Huamanga, y salieron caminando. 


Todos los casos que he entrevistado me han dicho, palabras más, palabras menos, que no saben quién lo hizo o mandó a hacer. Solo hay una excepción que tiene la certeza del actor intelectual. El resto, sus casos están archivados o no tienen pista alguna.

Y así hay varios casos más. No solo de victimas apristas, sino de diferentes tiendas políticas.

Contra esa impunidad debemos luchar. Que tengan un poco de paz los familiares que les sobrevivieron y que sepan que la justicia de su país los escuchó.

Salgado dice que sin conocer historias como la suya no se comprenderá lo que sucedió en aquellos años. Con ese afán, leí su libro.

Lo invito a que también conozca esas otras historias que han ido cubriéndose en un manto de olvido para la ciudadanía y también para la academia. Ese lado casi no mencionado, la de los familiares de víctimas del terrorismo. 

Repito, él no es el culpable de lo que haya hecho su padre. Pero si no ve el otro lado de la moneda, no entenderá, usando palabras suyas, "toda la complejidad de lo ocurrido".

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